18 ago 2014

LOS VASCOS Y EL REINO DE NAVARRA.

En el extremo más occidental de la cordillera pirenaica se encuentra el últo foco de resistencia al Islam de cuantos nacieron y crecieron al abrigo de los Pirineos. El caso pamplonés, ya se dijo, tiene circunstancias muy particulares, por lo menos en sus comienzos, cuales son la de que su población estuviese compuesta en su mayoría por vascos. El vasco se había mostrado hasta entonces reacio a todo intento de aculturación, el cual, en el fondo, implicaba la colonización y sumisión a grupos extraños. Este sustrato étnico de la población primitia hispánica, emparentado, según parece, con los pueblos de cultura ibérica, se mantuvo reacio a la civilización romana, la cual estrelló las legiones contra las montañas que salpicaban todo el territorio habitado por ellos y que, indudablemente, actuaron de dique de contención para cualquier ejército organizado, el cual se veía incapaz de avanzar por las estrechas veredas que los vascos y sus cabalgaduras recorrían fácilmente. Gracias a esto lograron también resistir a los visigodos, cuyos intentos de penetración quedaron limitados a fortalezas avanzadas, como Vitoriaco y Olitigo (Vitoria y Olite), con las que no aspiraban, ciertamente, a dominarlos, sino tan sólo a tenerlos vigilados. Esta vigilancia era muy necesaria, ya que los vascos no se limitaban a permanecer insumisos dentro de las tierras que habitaban, sino que con mucha frecuencia descendían, sobre todo por el valle del Ebro, entregándose al pillaje en los lugares que cruzaban, mucho más civilizados y que, por tanto, ofrecían un botín más fácil y asequible.
La ciudad de Pamplona era un islote, una excepción a toda esta cerrada defensa de los vascos a los colonizadores, que, inexcusablemente, eran también los portadores del progreso. Pamplona se había convertido en un bastión de la civilización romana y del cristianismo. A nadie se le oculta la trascendencia de este hecho, ya que, en lo sucesivo, la futura capital del reino navarro acturá de fermento sobre el resto del territorio y conseguirá, sobre la base de su autonomía política, lo que nadie había logrado, ni romanos ni hispanovisigodos: la incorporación de buena parte del territorio vasco regido por ella a la civilización occidental.
Bajo el dominio musulmán de España, la situación no cambió por estas latitudes. La población vascona siguió resistiendo a todo intento enemigo de sojuzgarla, de cualquier procedencia que fuera. Únicamente Pamplona, por constituir un núcleo urbano de cierta importancia, permitía una acción bélica en forma contra ella a los ejércitos musulmanes. Por eso, desde el primer momento éstos van a intentar asegurar su dominio sobre la ciudad, dejando el resto del territorio por imposible, o intentando, en todo caso, cobrarle tributos, como hacían con otros lugares similares. A psar de todo, la sumisión de Pamplona no fue empresa fácil para los musulmanes. La ciudad había sido ocupada entre los años 716 y 719. pero la presencia de éstos fue siempre sumamente inestable e insegura. durante los setenta años que, teóricamente, perteneció a la España musulmana, fueron muy pocos los que pudieron gozar en paz de su posesión. No bien habían entrado en ella las tropas de ocupación, en 716, cuando al año siguiente se produjo la primera revuelta, que otro año más tarde era sofocada. Los levantamientos contra el gobierno de Córdoba se repiten en 735 y 755, poniendo bien de relieve el afán independentista de los pamploneses y, al mismo tiempo, las dificultades que los valíes cordobeses tenían para sujetar a la ciudad vascona.
Veinte años después de la última sublevación aparece en el horizonte navarro la figura de Carlomagno, quien, como ya dijimos, en el 777 penetró en la ciudad de Pamplona. Desde entonces los francos compartían con los emires cordobeses la aspiración a poseerla. Para los primeros suponía una cabeza de puente con vistas a una ulterior expansión por la España musulmana y, al mismo tiempo, para resguardo de su propio territorio patrio. como se ve, ambos empiezan a tener gran interés en poseer la plaza. Pero los navarros, con sorprendente espíritu de autonomía, van a oponerse tanto a los francos como a los musulmanes. Ya se vio cómo habían sido los vascones los que, con ayuda de algunos musulmanes de las regiones próximas, habían deshecho la retaguardia de Carlomagno en Roncesvalles. en el año 812, Ludovico Pío hubo de dirigirse desde Barcelona a Pamplona para someterla de nuevo. Con muchas precauciones consiguió entrar en ella y, a fin de asegurarse más su dominio, se vio obligado a tomar rehenes y llevárselos consigo. Aun así, en el año 824, el rey franco ha de enviar a combatir a la ciudad rebelde un poderoso ejército, mandado por los condes de Eblo y Aznar. Nuvamente los francos sufren una estrepitosa derrota. Los propios jefes del ejército son hechos prisioneros. Aznar, cuyo nombre lo delata como originario de esa zona y posiblemente emparentado con los vencedores, fue llevado a Pamplona. Eblo, en cambio, fue entregado a los musulmanes, que lo condujeron a Córdoba, prueba de que los navarros habían admitido la colaboración musulmana para rechazar al ejército franco. Decididamente, los navarros no estaban por los francos, a los que combatieron apoyándose incluso en los musulmanes. Sólamente cuando no hay más remedio, porque aquéllos deciden emplearse a fondo o porque los pamploneses carecen de otra ayuda, les prestarán sumisión.
Pero ¿qué clase de ayuda es la que los navarros reciben del lado musulmán? Como se puede suponer, no se trata del gobierno central cordobés, hacia el que guardan parecido recelo que respecto a los francos. Los colaboradores musulmanes de Pamplona no son otros que los Banu Qasi, la poderosa familia muladí aragonesa que mantenía su señorío en torno a Borja y Tarragona, desde donde pretendía extenderse en todas direcciones, incluso sobre las tierras musulmanas, por lo que lógicamente mantenía una actitud hostil hacia Córdoba casi permanentemente. Esta circunstancia hacía de ellos unos aliados ideales de los pamploneses, ya que ambos estaban en situación de rebeldía frente a los dos grandes poderes del momento.
Esta colaboración data de finales del siglo VIII, que es cuando Pamplona intenta conseguir su independencia frente a francos y musulmanes. En el 792 dieron muerte a un gobernador musulmán, Mutarrif, hijo de Musa ben Fortún, perteneciente a la familia Banu Qasi, y eligieron por jefe a un personaje, de nombre Velasco, cuyo origen se disputan la región gascona y la alavesa. Bajo él empieza a forjarse verdaderamente la independencia de Navarra. Pero muy pronto vería disputado su poder por otra familia, la de los Íñiguez. El fundador de ella había sido un jefe vascón, de nombre Íñigo, muerto hacia el 851 después de estar varios años paralítico. Le sucedió su hijo, Íñigo Íñiguez I (esto es, "Íñigo, hijo de Íñigo"), que murió entre los años 780 y 785, y cuya viuda contrajo segundas nupcias con Musa ben Fortún, entrando así ambas familias en relación de parentesco. Uno de los hijos de esta unión, Musa ben Musa, uno de los Banu Qasi más importantes, contrajo, a su vez, matrimonio con Assona, hija de Íñigo Arista, apodado "el Roble" y denominado simplemente Íñigo Íñiguez en las fuentes musulmanas. Era éste el tercer miembro de esta familia y quien, quizá a causa del asesinato de su parienta musulmán, el Banu Qasi Mustarrif, disputó el domino de Pamplona a Velasco, sustituyéndole por su propia dinastía. Dueños ellos de la capital navarra y los Banu Qasi de buena parte del valle del Ebro, pudieron fácilmente resistir a los emires cordobeses.
En el año 803 los Qasi ocuparon la fortaleza de Tudela, construída para vigilarles, que en lo sucesivo iba a ser uno de sus puntos de apoyo más fuertes. Los Íñiguez, a su vez, consolidan su independencia a lo largo del siglo IX, al tiempo que procuraban extender sus dominio por la mayor parte del territorio vascón. Inicialmente poseían tan sólo la comarca de Pamplona, quedando varios territorios organizados como independeintes fuera de su autoridad. Aún prescindiendo del problemático "ducado de Estella", cuya existencia fue defendida por algún historiador francés del siglo XVIII, parece que esta zona gozó de algún tipo de organización independiente.
En el lado oriental, por la comarca de Sangüesa, se estableció la familia "Jimena", acaso una rama de la propia familia "Íñiga", fundada por un tal Scememo, padre de García Jimeno, quien tuvo a Sancho Garcés de su matrimonio con Dadildis, hija de los condes de Pallars. Éste no sólo unificó bajo su autoridad a todos los vascones de la zona oriental, sino que, además, acabó por desplazar a los Íñiguez de Pamplona, entronizándose en ella en el 905 y convirtiéndose en el primer rey de Navarra propiamente dicho.
Entretanto, ésta estaba dando un giro de noventa grados en su política exterior. Los Banu Qasi, duramente combatidos por los emires de Córdoba, que habían colocado frente a ellos una familia rival en Zaragoza, los tuchibíes, perdían terreno e importancia. No pudiendo contar ya con su apoyo, los navarros abandonan su alianza y la sustituyen por la de los reyes asturianos, cada vez más poderosos. García Íñiguez, hacia el 860, se aproxima a Ordoño I. Luego, Alfonso III se casa con una princesa navarra y apoya la política expansiva de Sancho Garcés. La situación ha cambiado notablemente respecto a sus antiguos aliados del valle del Ebro. Es en esta coyuntura nueva cuando los Banu Qasi dirigen contra Navarra los ataques de que se habló anteriormente, llevados por Lope ben Muhammad, en uno de los cuales éste muere.
Sancho Garcés I (905-925) es, sin duda, quien da cierta coherencia al territorio, justificando con ello el título de "primer rey de Navarra" que antes se le ha atribuido. Era, además, el segundo que se alzaba con ese título en la Península. Al poco tiempo de haber ocupado el trono, Sancho Garcés se dirige contra Deyo, actualmente Monjardín, y la conquista. Pero su mayor empresa fue la ocupación de Nájera y buena parte de La Rioja. Esta acción, que motivará una fuerte reacción por parte de Abd Al-Rahmán II, tiene un doble efecto sobre la zona limítrofe de Castilla. En primer lugar, las conquistas navarras cierran el paso a los musulmanes, quienes se internaban por las tierras de Álava y Castilla "La Vieja" a través de La Rioja. Ésta, en consecuencia, puede repoblar con más tranquilidad la zona de Burgos, que hasta entonces había estado demasiado expuesta a sus incursiones. Pero al hacerlo, el rey navarro, con el consentimiento y apoyo del asturiano Alfonso III, que recelaba del engrandecimiento de los condes castellanos, ocupa una comarca sobre la que éstos mantenían ciertas pretensiones, provocando su descontento. Los condes, en consecuencia, empezaron a dar señales de disconformidad y de separatismo respecto a la monarquía astur-leonesa. Cuando algunos años más tarde Abd Al-Rahmán III lance sus famosas campañas contra los cristianos del norte, esas diferencias saldrían a relucir, provocando entre el rey y los condes serias dificultades.

2 comentarios:

FRANCISCO GIJON dijo...

Muchas gracias, Blas, por el apunte, sin duda interesantísimo. Espero tenga la amabilidad de mantenernos al corriente de este tema y, si es posible, ampliárnoslo detalladamente dado su interés histórico. Considere este blog abierto a sus noticias.

Duque Blas de Beaumont dijo...

La Regencia de Nabarra. Naparrako Erregeordetza.

El Consejo Real de Nabarra informa que...
2012-01-20

El Consejo Real emitirá próximamente un comunicado con la decisión a ser tomada por la Familia Real de Nabarra el día 8 de febrero de 2012 en los Estados Unidos de América, sobre la cuestión Histórica de Nabarra, bien sea su continuidad, renuncia o abdicación por parte del Heredero a la Corona.

Errege Etxea-Consejo Real.
Vcte. Vice-presidente

Jose Luis Artika