
Se hizo una nueva demarcación de las zonas del Imperio, el cual fue dividido en doce grandes circunscripciones administrativas llamadas diócesis, gobernadas cada una de ellas por un vicario. A su vez, cada diócesis comprendía varias provincias. Las de Hispania se reorganizaron hasta completar el número de seis (Tarraconensis, Cartginensis, Betica, Lusitania, Gallaecia y Mauritania Tingitana - ésta última ahora llamada "Marruecos"). Posteriormente (año 400) se añadió una séptima provincia insular, la Baleárica. En Hispalis (Sevilla) residía el vicario que gobernaba la diócesis. Al frente de cada provincia se nombraron presidentes. Una tupida red de burócratas y funcionarios perfectamente jerarquizados hacían llegar el dedo del poder a los más recónditos rincones del Imperio.
Los gastos públicos aumentaron enormemente: en adelante había que mantener dos cortes, una nube de funcionarios y un ejército cuyos efectivos aumentaron considerablemente por razones obvias (las incursiones bárbaras).
Para atender todas estas necesidades, Diocleciano llevó a cabo otras muchas reformas, como la fiscal por la que se reorganizó el hasta entonces complicado y confuso sistema impositivo romano. Toda la población agrícola fue gravada con un impuesto combinado, según el cual cada individuo debía pagar una capitalización personal, además de la yugación, tributo sobre la tierra cuyo monto variaba según la calidad y productividad del terreno. En realidad, la reforma no hizo más que agravar las ya tensas relaciones entre los contribuyentes y elpoder público. Dicho de otro modo: la recaudación de impuestos se convirtió en un saqueo organizado.
2 comentarios:
¡Es un placer leerte!
(http://anapedraza.blogspot.com/)
Ja ja ja
No es para tanto, no exageremos. Sólo intento hacer accesible algo que nos incumbe a todos. Espero poder llegar al final del blog.
Un abrazo
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