LA POLÍTICA ENERGÉTICA

La importancia económica de este sector se deriva fundamentalmente de ser la base para el desarrollo de otros sectores.  La producción de carbón había iniciado su descenso en 1958, siendo necesaria la importación de hulla para atender una demanda en expansión; el lignito, en cambio, se vio favorecido por la aparición de centrales térmicas. Los problemas más graves seguían siendo la proliferación de las empresas y la antigüedad del equipo con que contaban la mayoría de ellas.

En el campo de los combustibles derivados del petróleo se produjo un fuerte incremento en consumo, posible gracias a la modernidad de sus instalaciones.  No ocurría así con la producción de gas, cuyas empresas se encontraron, cara al desarrollo, con unas instalaciones totalmente anticuadas.  

Dentro del campo de la energía merece atención especial la producción de energía eléctrica, por el fuerte grado de oligopolio alcanzado por las nueve empresas que entonces controlaban la producción.  A partir de 1940 se tomaron una serie de medidas, que iban a marcar claramente la ruptura con el período anterior: la uniformidad en las tarifas, mayor intervención estatal y explotación conjunta del país.  La intervención del Estado se realizó a través del I.N.I., el cual creó varias empresas nacionales.  Con el fin de aprovechar más eficazmente la energía, en 1944 se fusionaron las principales empresas en una entidad denominada Unión Eléctrica S.A.  El grado de concentración lo demuestra el hecho de que cinco empresas controlaron más del 50% de la potencia instalada.  Asimismo se estableció una fuerte interconexión con la Banca, ya que la mayor parte de los miembros del consejo de administración de UNESA eran a su vez presidentes y vocales de siete de los mayores bancos del país.

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