4 jun 2012

LA GUERRA CIVIL (CARLISTAS Y LIBERALES) (II)

Los carlistas eran los antiguos voluntarios realistas puros, los absolutistas del reinado de Fernando VII.  Fundamentalmente eran partidarios de la omnipotencia de la Iglesia, aun en los asuntos políticos, y de una unión indisoluble entre la corona y la Cruz.  Aborrecían los progresos técnicos y la uniformidad que imponía la civilización industrial.  Aferrados a los usos y costumbres del país, les repugnaba la centralización moderna en nombre de un foralismo caduco, de un tradicionalismo inmóvil.  Su provincialismo era puramente negativo, en cuanto acentuaba con fuerza decisiva el papel del absolutismo en el gobierno de la cosa pública.  Compuesto por multitud de pequeños propietarios agrícolas, de payeses expulsados de sus masoverías por la desamortización, pusieron en la defensa de su ideología una intolerancia que hacía peligrosa la santidad de la causa que defendían.  Su grito de guerra,  "¡Religión y Carlos V!", resumía todas sus esperanzas en una atmósfera confusa, sin claridades doctrinales.
Cuando muere Fernando VII, sólo una parte de la población campesina del norte se moviliza.  El resto sostiene al liberalismo, creyendo que va a satisfacer su hambre de tierras arrebatándoselas a las manos muertas privilegiadas.   Ya hemos visto cómo fueron defraudados.
En los medios montañeses y rurales del norte va a tomar cuerpo la oposición absolutista, desencadenando una sangrienta guerra civil de siete años de duración.  En estas zonas norteñas, sin problema agrario acusado, el liberalismo sólo tiene una cierta audiencia doctrinaria "ilustrada" en las ciudades, mientras que el campesinado permanece apegado a su mentalidad tradicional y a sus costumbres y sentimientos religiosos, apoyados por un clero rural que predica que el liberalismo es pecado.
La base del carlismo radicaba en el campo (odio del campo hacia la ciudad y de la montaña al llano), deseosos de mantener sus formas de vida tradicionales -Dios, Patria, Rey, Fueros- e impulsadas las masas a la vida agreste de la guerrilla por un hábito adquirido durante la Guerra de la Independencia y continuado durante el trienio liberal.

1 comentario:

Aingeru Daóiz Velarde dijo...

Para hablar de algo, es preciso conocer y saber de lo que se habla, de lo contrario, se corre el riesgo de hacer el ridículo tal y como lo hace usted con este artículo. Por favor, documéntese antes de escribir algo que pueda ayudar, y no convertirse en una basura más, de la que abunda en los oscuros callejones sin salida de la red. GRACIAS.