5 jun 2012

LA GUERRA CIVIL (CARLISTAS Y LIBERALES) (III)

Las provincias vascongadas, Navarra y el Maestrazgo serán los bastiones rurales del carlismo, mientras que las ciudades de Bilbao, Vitoria, San Sebastián y Pamplona seguirían siendo liberales.  Estella y Morella son sus ciudades y reductos más importantes.  Este carácter rural del carlismo le hacía difícil de derrotar, pero también le imposibilitaba una victoria.  Su miedo a enfrentarse a campo abierto y su fracaso ante el sitio de Bilbao son buena prueba de su táctica y de su carencia de partidarios.
Las clases ilustradas y la alta aristocracia son partidarias del sistema político liberal, más acorde con sus intereses y modo de vida.  Burócratas y militares siempre permanecieron fieles a la causa liberal y fueron, hasta cierto punto, sus salvadores.
En su rigidez política, social y militar, la rebeldía carlista quedará reducida a un fenómeno campesino, que si bien será general a todo el hábitat rural, en cuanto se sale de las fronteras vasco-navarras, se debilita, llegando a disolverse casi totalmente en el centro y sur de la Península.
esta larga guerra tiene tres fases muy claras. La primera abarca desde el 1 de octubre de 1833 , en que don Carlos toma el título de rey de España, hasta el 23 de julio de 1835, en que muere Zumalacárregui.  En esta fase los ejércitos se organizan, limpian de enemigos sus territorios respectivos y se fortifican.  Iniciada con el chispazo de Talavera, la insurrección se extendió rápidamente por el área vasco-navarra.  Con un ejército bien pertrechado, el carlismo hubiera sido sofocado sin dejarle adquirir una organización militar y civil.  Esta demora fue aprovechada por un militar de cualidades excepcionales y genio en la guerra de guerrillas.  Zumalacárregui adiestró a un ejército de 20.000 a 30.000 hombres, con los que dominó pronto todo el País Vasco y Navarra, aunque no lograra apoderarse de las mejores fortalezas ni de las ciudades más populosas.  La entrada de don Carlos representó también un esfuerzo valioso.  La situación del ejército isabelino, con sus frecuentes cambios de jefatura (Quesada, Rodil, Espoz y Mina, Valdés) se hizo difícil.
En la parte aragonesa, el ex seminarista Cabrera adquirió fama de "tigre", sometiendo todo a su autoridad por medio del terror.  Ello dio lugar a un contraterrorismo liberal y a la ejecución de rehenes, entre los que figuró la madre de Cabrera.
Don Carlos quiso aprovechar la situación militar ventajosa para contratar un empréstito.  Le exigían los prestamistas la ocupación de una población importante.  Bilbao fue sitiada, pero el sitio acabaría con Zumalacárregui.  Espartero acudió en socorro de la ciudad y los carlistas tuvieron que levantar el cerco.

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