8 abr 2017

LOS AFRANCESADOS Y EL REINADO DE JOSÉ BONAPARTE (I)

El 4 de junio de 1808, José Bonaparte era rey de España y sus Indias por la gracia de su hermano Napoleón I.  Por las mismas fechas, y aun antes, los españoles no reconocían a este nuevo soberano, y como prueba de su resistencia a admitir la nueva situación, asesinaban a numerosas autoridades, prudentes según ellas mismas, traidoras según el sentir de casi toda la nación.  El 8 de julio, los comisionados españoles prestaban juramento al nuevo monarca, que se hacía llamar:

"Don José, por la gracia de Dios, rey de Castilla, de Aragón, de las Dos Sicilias, de Jerusalén, de Navarra, de Granada, de Toledo, de Valencia, de Galicia, de Mallorca, de Menorca, de Sevilla, de Cerdeña, de Córega, de Córdoba, de Murcia, de Santiago, de los Algarves, de Algeciras, de Gibraltar, de las Islas Canarias, de las Indias Orientales y Occidentales, de las Islas y Tierra Firme, del Océano, archiduque de Austria, duque de Borgoña, de Brabante, de Milán, conde de Habsburgo, Tirol y Barcelona, señor de Vizcaya y de Molina."

El grupo que le presta sumisión formará el núcleo originario de los afrancesados.  Son éstos, efectivamente, los que juraron fidelidad a José Bonaparte y los que de una u otra forma y con unos u otros fines colaboraron con los franceses.
Existe un grupo de afrancesados carentes de interés desde el punto de vista político: son los empleados (quienes se nieguen a jurar fidelidad, perderán sus cargos), pequeños propietarios, funcionarios que aceptaron las órdenes de José I sin discutirlas.  En parte eran cómodos, temerosos de que si no aceptaban la nueva legalidad serían víctimas de represalias.  A este sector influyente y numeroso de la población se les llamó entonces "los juramentados".  Muchos también prestaron juramento al rey francés por razones geográficas, al haber quedado en zona ocupada por el gobierno de José I.  Como en la Guerra Civil de 1936, la fidelidad fue una cuestión de geografía en multitud de ocasiones.  Se calcula que eran unos dos millones de españoles.  Incluso muchos de los que se levantaron el 2 de mayo firmaron en los libros de registro, puestos por el gobierno afrancesado.  Sin duda temían las injerencias directas de Napoleón en los asuntos españoles, y por ello consideraban a José I como un mal menor.
Existen, por otra parte, los afrancesados convencidos, cuyo número se cifra en unos 12.000.  Éstos serán, poco más o menos, los que saldrán exiliados cuando José I se vea obligado a abandonar España.
En un principio, "afrancesado" significa colaborador del rey José.  Y para los que luchan contra la invasión napoleónica, el afrancesado es el que hace el juego a la ocupación y conquista de España por una potencia extranjera. Luego, el término "afrancesado" adquirirá el sentido de imitador de lo francés, equívoco que aprovecharán como arma política los absolutistas, y más recientemente los conservadores.  En la lucha planteada entre la revolución y el antiguo régimen, los liberales, a quienes no se podía acusar de falta de patriotismo, fueron tachados de imitadores de las fórmulas enciclopedistas  y revolucionarias de Francia, con la intención de desprestigiar un programa revolucionario, fomentando una reacción emocional que justificase su condena sin tener que entrar en discutirlo.

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