2 abr 2017

FIN DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA (II)

Wellington, apoyado por el ejército de Galicia, ocupa Valladolid y se dispone a emprender la marcha sobre Madrid.  Esta decisión era más política que militar, ya que suponía no aprovechar el éxito conseguido en Arapiles persiguiendo a Clausel y Marmont, que vuelven a recuperar Valladolid.
Wellington era aclamado en Madrid el 12 de agosto, lo mismo que el Empecinado, quien a los pocos días ocupaba Guadalajara y Toledo.  Wellington se encontraba dueño de la iniciativa, que no sabrá utiliza.  Los tres meses que siguieron a Arapiles no fueron aprovechados militarmente.  El mediocre resultado militar que supone liberar Madrid demuestra una falta de decisión, comprensible sólo como reflejo de la carencia de una concepción estratégica general. El talento de Wellington para la maniobra decisiva y para frenar las acometidas francesas no tiene equivalente en la realización de los movimientos ofensivos.
Por otra parte, Wellington tuvo que dividir su ejército, dejando 40.000 hombres en Madrid.  Él quiso explotar el éxito de Arapiles con 30.000 efectivos.  Esto tendrá graves consecuencias.  Para comenzar, el ejército inglés se vio frenado en el castillo de Burgos, donde tres asaltos fueron rechazados por una guarnición francesa de 2.000 hombres.
La inmovilización de las fuerzas aliadas, careciendo de objetivos estratégicos, dará lugar a la contraofensiva francesa.  En el norte se concentraban las fuerzas imperiales, para lanzar un ataque contra las tropas que cubrían Burgos.  Mientras tanto se producía la conjunción de los ejércitos de levante, centro y sur (Andalucía había sido evacuada) para iniciar la marcha sobre Madrid.
Los ejércitos anglo-españoles tienen que abandonar el territorio conquistado, retirándose, perdiendo combatividad y descendiendo su moral.  Wellington se repliega a sus plazas fronterizas hispano-portuguesas.
Ante esta situación, vuelven los franceses a verse obligados a mantener un sistema defensivo para conservar la región norte y las comunicaciones con Madrid, ahora también acosado por el ejército de Andalucía, que ocupará la región del Tajo.  El rey José había vuelto a Madrid.
Napoleón había fracasado en Rusia, y se veía obligado a levantar otro ejército, reduciendo la atención prestada a la guerra peninsular y sacando nuevos efectivos de España.  Las órdenes eran formar una línea concéntrica en torno a la frontera francesa y mantener así una línea de comunicación más corta.  Incluso estas misiones tan limitadas eran ya difíciles de cumplir.  José, obedeciendo órdenes de su hermano, abandonaba Madrid.
Mas la situación francesa era invariable, por cuanto la reducción del territorio a ocupar era compensada por la reducción de los efectivos y por la intensificación de las guerrillas, mucho más activas en esta mitad norte de la Península.
En mayo de 1813 puso Wellington en movimiento sus tropas, presentándose frente a Salamanca, paraluego reunirse en Villalpando con los ejércitos de Galicia y Asturias.  El rey José estaba desorientado y ordenaba a todo trance reunir mayores elementos de combate.  Madrid se vio libre de franceses, y los convoyes de la corte salieron escoltados rumbo a Valladolid.  José ordenaba también la evacuación de esta ciudad, incapaz de defenderse con un ejército equivalente a la mitad del de Wellington.
El repliegue se centra en burgos, y de aquí en Miranda de Ebro y Vitoria, hacia donde salen los inmensos convoyes con las obra de artes, documentos y demás objetos de valor.
Todo el ejército aliado le persigue incesantemente, no permitiendo que se le junten refuerzos.  Wellington precipita el ataque acosando por todos los flancos e intentando cortar la retirada.  La derrota francesa se hizo general, tras dejar abierto el paso a la progresión aliada.
En la retirada perdieron toda la impedimenta del ejército y el riquísimo bagaje.  El equipaje del rey José se convertía en el símbolo de una política de latrocinios individuales, del saqueo de la riqueza nacional, realizado de manera sistemática por sus ocupantes.

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