16 ene 2017

ESPAÑA ANTE LA REVOLUCIÓN FRANCESA (I)

Carlos III murió el 14 de diciembre de 1788.  Le sucede su hijo Carlos IV, candoroso e inexperto, casado con una inquieta y bullidora María Luisa de Parma.  Ambos eran ya cuarentones, pues habían sido príncipes de Asturias durante más de veintitrés años, tiempo en el que Carlos III les mantuvo totalmente alejados del poder.
De momento, Carlos IV, obedeciendo las recomendaciones que le hiciera su padre poco antes de morir, mantuvo al conde de Floridablanca al frente del gobierno.  Siguiendo la línea de Esquilache, Grimaldi y Campomanes, Floridablanca era un golilla ensoberbecido que humillaba a la nobleza, al clero y a la magistratura.  Moñino había anulado el Consejo de Estado y los ministros se doblegaban en torno a su figura autoritaria.  Floridablanca había llevado la batuta de la monarquía durante la mayor parte del reinado de Carlos III.
La otra gran figura del momento es el conde de Aranda, amigo de Voltaire y jefe de la masonería en España.  Frente a Floridablanca, paradójicamente, aglutinaba a las fuerzas desplazadas por Moñino y adheridas al tradicionalismo nobiliario.  Por ello, Aranda se vio medio desterrado en su embajada de París, donde era adulado por los filósofos y alcanzaba prestigio de "campeón de las luces" en el país del "oscurantismo".  Claro está que Aranda seguía siendo la cabeza del partido aragonés, brujuleando e intrigando en la Corte.
El 19 de marzo de 1781, mucho antes de morir Carlos III, el conde de Aranda recibía una carta del futuro Carlos IV, encerrando un proyecto de subversión contra Carlos III, y que arroja mucha luz sobre los acontecimientos posteriores.  Dice así la primera carta de toda una serie de correspondencia clandestina entre ambos personajes:

"Aranda mío: Conociendo yo el cariño que me tienes, tu honradez y lo buen patriota que eres, te pido en esta ocasión un consejo, que ha de quedar reservado entre los dos, y es que, conociendo tú muy bien lo desbaratada que está la máquina de la monarquía y lo poco que hay que contar con los ministros que ahora hay, quisiera que me hicieras un plan de lo que se debiera hacer en el caso de que, Dios no lo quiera, mi padre viniese a faltar, y de los sujetos que te parecen más aptos para ministros y algunos otros empleos; pues bien ves  que en aquel caso, si no se tiene previsto, no se está para nada y todo es confusión; y en esto no te dejo arbitrio para que dejes de hacerlo, pues te lo mando absolutamente, y mi mujer, que está aquí presente, te encarga lo mismo.  Bien puedes estar seguro que esto en ningún momento lo sabrá nadie, y que yo te viviré eternamente agradecido, y que soy y seré siempre tu verdadero amigo.  Carlos."

A ésta le suceden otras misivas aún mucho más imprudentes.  Los príncipes terminan por verse envueltos en su propia intriga y hubieron de actuar Floridablanca y el confesor real, Eleta, para liberarles.  Los príncipes buscarán la solución en un "tercer partido", ajeno a Foridablanca y a Aranda; la respuesta la constituirá la entrada en escena de Manuel Godoy.  En esto no hay que ser simplista y adjudicar a las veleidades amorosas de María Luisa el que Godoy anule a Floridablanca y a Aranda.  Hay un determinante externo de vital importancia que se llama Revolución Francesa, la cual va marcando indirectamente los episodios y los pasos de la política interior española. Podíamos también concluir que la quiebra del Antiguo Régimen y el desmembramiento de España no proceden del cambio de monarca, sino de otros factores, entre los cuales destaca principalmente la Revolución en el país vecino.

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