20 nov 2016

FUNCIONARIOS, MILITARES E INSTITUCIONES DURANTE LA ILUSTRACIÓN ESPAÑOLA

Las sátiras de Larra sobre los petrificados funcionarios hubieran podido aparecer unos años antes.  Al "Vuelva usted mañana" hubieran contestado con inmovilidad y rutina.  Son holgazanes y forman casta.  Meten a sus hijos en su profesión, que la consideran más pingüe y descansada que el trabajo mecánico.  Así, claro está, aumenta este funcionariado desclasado.  Los decretos se olvidan por ignorancia o por malicia; los hombres inteligentes se ven ahogados por la tradición y la obstinación en no admitir novedades.
Cadalso se burla de los militares.  ¿Qué hacen los jóvenes militares en las guarniciones?:

"El tal bosteza cuatro o cinco veces solo en su cuarto, y se viste para salir a bostezar otras cuatro o cinco veces en la plaza con otros tales."

Y sigue Cadalso cediendo la palabra al subordinado:

"Mi capitán, de los treinta caballos de la compañía, tres han estercolado tan blando, que nos da mucho que sentir...  De los cuarenta soldados, dos han sacado la espada sobre cuál es más alta, si la Giralda de Sevilla o el campanario de Santa Cruz.  Son muchachos, han quedado amigos.  Otros dos se han dado de estacadas sobre cuál vale más, si la Virgen de las Angustias de Granada o la Virgen del Pilar de Zaragoza."

Y Sarrailh comenta lo mucho que destestan los militares a los civiles; los militares buscan duelos por menos de nada, son camorristas y quebrantadores continuos de la jurisdicción ordinaria´.  Cabarrús, como buen economista, propone se les emplee en trabajos de utilidad.
Los gremios siguen aferrados al pasado y son celosos de sus privilegios.  Chocan, claro está, con las Sociedades Económicas de Amigos del País y con todo aquel que quiere trabajar libremente.  Son los patriotas adheridos al "glorioso pasado", que se quejan con su típica frase: "No convenía se hiciese novedad".
Las universidades ahogan los intentos de audacia, la libertad de juicio y la curiosidad intelectual.  Torres Villarroel califica a estos catedráticos colegas suyos, de hombres graves, tristes, doctos, pedantes, encadenados por la escolástica y hostiles a toda reforma.  Sólo se preocupan del medro personal por medio de la ambición, el rencor, la vanidad, la sabiduría loca.  Veneran a ese escolasticismo, entendido como "arte de repetirse sin contradecirse".  Cuando se pide a los juristas de Salamanca que adelanten sus reformas, contestarán.

"Para explicar derecho no necesita ningún doctor de Salamanca valerse de producciones ajenas."

Fueron célebres las disputas entre canonistas y teólogos de la universidad de Alcalá, por ver quiénes de ellos ocupaban un lugar más importante en el desfgile por la ciudad la víspera de la fiesta de concesión de los grados.
En cuanto al estado de la medicina y otras ciencias se verá más adelante.  Baste decir que seguían apegadas a la tradición y a la credulidad.  Seguían, en gran parte, los médicos recetando "media sangría a una mujer preñada padeciendo terciarias", como el galeno Malagón.  El oficial, noble, canónigo, obispo, fraile, campesino, artesano permanecen, pues, sumisos al principio de autoridad.

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