27 oct 2016

HISPANOAMÉRICA EN EL SIGLO XVIII (IX)

Las polémicas en torno a las encomiendas y a la mita llevaron a la introducción de esclavos negros para solucionar el problema de la mano de obra.  Incluso se sostiene que la entrada de estas personas en la América española se debió al intento por mejorar la situación del indio.  En cualquier caso, vamos a contar con una gran cantidad de siervos en el siglo XVIII americano.  Se les considera como cosas a usar libremente por sus dueños, aunque la legislación trate de restringir tan amplia acepción.  Sin embargo, en la práctica se impondrá la tendencia hispánica a la autodeterminación y, sobre todo, por los intereses privados brutalmente proyectados sobre los esclavos negros.  Éstos asimilan obligatoriamente algo de las costumbres hispanoamericanas, aunque conservan sus tradiciones y su acervo cultural.  Su situación moral es degradante, pero la economías es algo mejor, ya que el amo les proporciona una mínima subsistencia, por lo menos para que puedan seguir trabajando.
Los esclavos preponderaron en las costas trabajando en las plantaciones y en las instalaciones azucareras.  Probaron a trabajar en las minas, pero sus condicionamientos biológicos dieron resultados negativos.  Como siempre, la legislación vela por todo; por ejemplo, se dice que duermen dos en cada habitación, pero la realidad es que dormían hacinados, acuartelados y, por la noche, encerrados.  Se les dan ocho plátanos diarios o su equivalente en batatas, raíces, pescado salado, arroz o fríjoles.  Se les viste con una ropa de lienzo azul a rayas negras.  Su penuria vital es absoluta e insoportablemente denigrante.
Descubrimos esclavos domésticos trabajando en las casas, plantaciones o ingenios de sus amos; esclavos de tala dedicados al cultivo de tierras bajo a vigilancia de duros mayordomos y esclavos jornaleros que salen a trabajar percibiendo un jornal para sus amos.  La tónica es que tanto ellos como las mujeres trabajan lenta y desganadamente.
Se recorrido vital se puede resumir así: llegan en el barco negrero; reciben unos rudimentos religiosos y se les bautiza; luego trabajo y trabajo; reciben castigos duros como la flagelación; están marcados con hierros al rojo vivo; en sus ocios bailan; tienen, en suma, homogeneidad de vida e idénticas reacciones ante ella.
Aunque a veces se les concedía la libertad, esto no cambiaba su mentalidad; se les tenía apartados y se les prohibía casi todo.  Fueron un buen pasto para las propagandas revolucionarias.

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