Entre los eclesiásticos debemos distinguir a los misioneros de vanguardia, actuando con riesgo de su vida, trabajando mucho, con escasos sueldos y unos resultados nada óptimos. Por otra parte está el clero, que actúa y se localiza en las ciudades. Éste, generalmente, resbala por la pendiente del deleite y la riqueza. Entre sus miembros se cuentan lso prebendados, magistrales, deanes, obispos y frailes.
Los franciscanos cuentan con 600 conventos y 5.239 frailes. en menor número, pero también importantes, son los mercedarios, dominicos y agustinos. Los jesuitas, en el momento de su expulsión, eran 2.617 miembros, con cientos de conventos y misiones vivas. Muchos de estos frailes despliegan una labor civilizadora y creadora asombrosa.
En el siglo XVIII la organización eclesiástica nos brinda los ejes de su vida a base de nueve arzobispados y 34 obispados. Los ingresos de estas mitras americanas eran cuantiosos. La de Cuzco, por ejemplo, recibía 400.000 pesos, y aunque tenía que pagar el tercio a la Real Hacienda, todavía sus ingresos limpios eran enormes, degenerando en un lujo ostentosos.
Manifestación de interés en la Iglesia americana son sus concilios, en los que a veces se llega a tomar posturas un tanto cismáticas en relación con los dictados de roma. los criollos, que en otros campos también toman su postura peculiar, contribuyen a la escisión de la unidad mental eclesiástica.
El Santo Oficio, en el XVIII americano, se muesra decadente, pero no estéril. Defiende la fe y frena las liviandades en que la vida común hacía caer a los sacerdotes. La Inquisición se preocupa también de moralizar las costumbres encausando a judaizantes, protestantes, herejes y a los implicados en iluminismo, brujería, sortilegios, conjuros, blasfemias y prácticas sexuales consideradas "aberrantes".
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