31 ago 2016

EL REGALISMO EN LAS ESPAÑAS

Fortalecer el poder real es la premisa indispensable para afrontar las reformas del país.  Esto es simultáneo a rodearse el monarca de unos consejeros fieles y competentes.  La tónica es limitar o eliminar cualquier obstáculo a las prerrogativas de la Corona.
Vamos a llamar "regalismo" a la postura del absolutismo borbónico en relación con la Iglesia, ya que las regalías son derechos que el Estado tiene o se arroga para intervenir en cuestiones eclesiásticas.
La tendencia centralizadora y uniformadora se había hecho realidad en las Españas del siglo XVIII.  En el orden político, ya veíamos la función de los secretarios de Estado, de los intendentes, etc.
La Iglesia católica era el único obstáculo que podía amenazar el absolutismo regio.  Para evitarlo, había que aminorar o impedir la influyente intervención de la Curia Romana en los asuntos de la Iglesia española.  Era obligado seguir una política parecida con la Inquisición, ya que el Santo Oficio vigilaba toda palabra pública y privada.  El otro aspecto preocupante para el Estado era el número, privilegios y riqueza del clero, ya que iban aumentando sus propiedades rurales e impedían que sus bienes raíces adquiridos fuesen en lo sucesivo enajenados.
Los Borbones tenían precedentes regalistas a imitar en los Reyes Católicos y en Felipe II, quienes, en sus dominios, lograron imponer su real voluntad en lo relativo a los asuntos temporales de la Iglesia y subordinar ésta a su señor temporal.  Los Borbones españoles también habían asimilado esta idea de Luis XIV, quien convirtió a la Iglesia en servidora de la monarquía absoluta francesa.  Las relaciones de Felipe V y Fernando VI habían sido tirantes con la Santa Sede.  En varias ocasiones expulsaron al nuncio, rompiendo las relaciones.
Por fin se llega al Concordato de 1753, el más ventajoso que había logrado España, por el cual el rey se reservaba el derecho de nombramientos, se quedaba con las rentas que recibía antes el Papa y podía exigir contribución de las tierras de la Iglesia.
Debemos tener en cuenta que no sólo Roma se opone a que el rey controle los aspectos temporales de la Iglesia.  El propio clero español tenía arraigada en su seno esta oposición, representada, sobre todo, por la Compañía de Jesús y la Inquisición.  En la práctica se manifestaban como una misma cosa, ya que el Santo Oficio, desde la época de Carlos III, estaba dominado por los jesuitas.
Ya habían dejado ver su oder a principios del siglo XVIII, cuando el Papa Clemente XI reconoció al archiduque Carlos, lo que obligó a Felipe V a reaccionar expulsando al nuncio y cortando las relaciones con Roma.
Los regalistas habían comenzado una campaña contra los abusos de la Curia romana.  Tal fue el caso del obispo de Córdoba, Francisco de Solís, y sobre todo de Melchor de Macanaz.  Éste era jurisconsulto, canonista y ex catedrático de Salamanca; en 1713 el ministro Macanaz presenta el "Memorial de los 55 puntos", rsumen de las quejas del gobierno español contra Roma y el nuncio, haciendo valer la posción del rey (regalista).  El memorial fue incluido en el Índice y Macanaz tachado de hereje y apóstata.  Obra maestra y significativa de su poder: la Inquisición y el confesor real, jesuita también, habían eliminado al ministro de Felipe V.
El fondo de estos problemas sigue pendiente cuando llega Carlos III al trono.
Algo importante: también en el seno de la Iglesia española se había formado un grupo dispuesto a mantener una política real firme.  Los jesuitas apodarán "janseanistas" a los sostenedores de esta postura.  La ambigüedad del término "janseanista", supone que echemos un paso atrás para poder calibrar la repercusión y el uso del janseansmo en las Españas.

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