11 may 2016

LA NOBLEZA EN EL SIGLO XVIII (I)

Hubo un momento en que la nobleza tenía una función que realizar. Trabajaba en los consejos, en la guerra, en la diplomacia, en la política general. Esta función se veía compensada con unos privilegios. Pero en el siglo XVIII los nobles van perdiendo sus funciones, su capacidad de trabajo y también su significación política. Sólo les quedan los privilegios, el honor, la sangre. Pero su situación es todavía preeminente en el aspecto económico y social, en el jurídico y en el administrativo. Esta situación de exención y privilegio tratarán los nobles de eternizarla, y el propio desarrollo histórico se encargará de destruirla. La tensión entre función y privilegio provodará hondas repercusiones. Una de ellas es la disminución del número de nobles.
En 1541 la octava parte de los castellanos eran nobles. En 1768 había en España 772.794 nobles; en 1787, 480.000, y en 1797, 403.000. En esta disminución intervienen la desapareición de leyes coo la que bastaba con 20 de posesión para ser hidalgo (pragmática de los Reyes Católicos, en 1492). Los Borbones no tienen una política definida. Al lado de resticciones en la concesión de títulos, de cierto desprecio y de una intención de debilitar y devaluar su casta, había otros momentos en que crean masas de títulos o venden el título de hidalguía a cambio de 50.000 reales, por necesidades económicas, como hizo Carlos IV. Al margen del propio desarrollo histórico, psicológicamente se va perdiendo el ansia de ennoblecimiento; se da un agotamiento biológico del propio estamento nobiliario y van desapareciendo los estratos intermedios que failitaban el acceso a la hidalguía. A su vez disminuyen las ventajas materiales que reportaba ser hidalgo.
Carlos I, recogiendo la indiferenciada nobleza medieval, la dividió en tres clases que subsisten en el censo de 1797, que arroja estas cifras: 119 grandes de España; 1.204 títulos de Castilla, y 402.059 hidalgos. El total representa el 4% de la población; o lo que es lo mismo, de cada 25 españoles, uno es noble.
Los Grandes de España ocupal altos cargos palaciegos, o son virreyes o embajadores. Se les trata como primos del rey, y en su presencia permanecen cubiertos. Pueden ser clasificados "muy rancios", como los del Infantado, Benavente, Béjar, Medina-Sidonia, Arcos, Escalona, Frías, Nájera, Lemos, Medina de Rioseco, Aguilar, Alba, Astorga... todos los cuales arrancan sus estirpes en la época medieval. Los hay sólo "rancios", de la época de los Austrias, como el duque de Medinaceli. Y también los hay "recientes", como el advenedizo Godoy, del cual ya hablaremos en su momento.
La mayor parte, fruto del honor y la vanidad, se hacían merecedores de la conocida sátira que se encuentra en el manuscrito 2.369 de la Biblioteca Nacional de Madrid:

"Leves los cascos, graves de sombreros,
son los que llaman grandes de España,
y en todo el mundo grandes... majaderos."

Títulos de Castilla. Sus privilegios y títulos están algo más recortados que los de los grandes. son los barones, vizcondes, condes y marqueses. Reciben tratamineto de "usía". Muchos de sus títulos arrancan de sus tierras señoriales y también de su rancio abolengo medieval. Los hay también recientes y fruto del cortesamiento borbónico, que se percibe por su titulación: marqués de la Bondad Real, marqués de la Garantía, marqués del Real Transporte, del Real Agrado, de la Conquista Real, etc. Su número no sobrepasa el millar y, al decir del coetáneo, "no hay montaña, río, arroyo ni flor que no sea el nombre de un título".

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1 comentario:

Anónimo dijo...

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