4 may 2016

EL CLERO EN EL SIGLO XVIII (II)

Es incuestionable el brusco contraste que existe entre la pobrea de la mayor parte de la población y las riquezas de la Iglesia. El padre Feijoo hablaba reiteradamente de la miseria de Galicia y a contrasta con el lujo de sus eclesiásticos. Dice de ellos: "Qué pompa, qué adornos, qué abuncancia de todo". Y luego habla de los banquetes de estos eclesiásticos, que duraban tres días, con un número fabuloso de platos.
Esta disparidad era también muy acentuada en Castilla. Jovellanos, en el "Informe sobre el expediente de la Ley Agraria", se preguntaba:

"¿Qué es lo que ha quedado de aquella antigua gloria, sino los esqueletos de sus ciudades, antes populosas y llenas de fábricas y talleres, de almacenes y tiendas, y hoy sólo pobladas deiglesias, conventos y hospitales que sobreviven a la miseria que han causado?"

Preocupaba no sóloel que la Iglesia fuera dueña de una gran parte de la riqueza nacional, sino también el mal uso que hacían de ella. Son las "manos muertas", con cantidades de tierras sin produciir. Al paso de esto saldrá Campomanes con su

"Tratado de regalía de amortización, en el cual se demuestra, ppor la serie de de las varias edades desde el nacimiento de la Iglesia en todos los siglos y Países Católicos, el uso constante de la autoridad civil para impedir las ilimitadas enajenaciones de bienes raíces, en iglesias, comunidades y otras manos muertas".

El objetivo es refutar la pretensión de la Iglesia de poder acaparar bienes raíces sin limitaciones y cortar ese proceso constante, que no había cesado desde la Edad Media, de aumentar propiedades y rentas, pese a la oposición del Gobierno y de las Cortes.
Aparte de las protestas oficiales contra la riqueza del clero, también se encuentran en los medios no oficiales. Una prueba es el simbolismo de los versos delfabulista Iriarte:

Tuvo Simón una barca
no más que de pescador,
y no más que como barca
a sus hijos la dejó.
Más ellos tanto pescaron
e hicieron tanto dobón,
que ya tuvieron a menos
no mandar buque mayor.
La barca pasó a jabeque,
luego a fragata pasó;
y de aquí a navío de guerra,
y asustó con su cañón.
Mas ya roto y viejo el casco
de tormentas que sufrió,
se va pudriendo en el puerto.
¡Lo que va de ayer a hoy!
Mil veces lo han carenado,
y al cabo será mejor
desecharle, y contentarnos
con la barca de Simón

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