8 abr 2016

PERSISTENCIAS E INNOVACIONES EN LA AGRICULTURA DEL SIGLO XVIII

Las persistencias climáticas permiten dividir a España, "grosso modo", en dos regiones, una lluviosa y otra seca. La primera comprendería todo el arco cantábrico y las estribaciones de los Pirineos en Navarra, Aragón y Cataluña, así como una pequeña parte del norte de Extremadura y del sur de León. Tendríamos que añadir algunas zonas artificialmente húmedas, con un regadío histórico en las huertas y vegas de Valencia, Alicante, Murcia y Granada. El resto, la parte más extensa, es árido.
Estas condiciones climáticas influirán poderosamente en el régimen de producción, propiedad y arrendamiento. En las zonas lluviosas el labrador está normalmente más protegido. Además, cuenta con su proximidad a la costa, de la que, aparte de un activo comercio de importación y exportación, puede sacar ventaja del aumento de los precios de los productos agrícolas. Corre el peligro de un reparto excesivo de la tierra, pues el que muchas bocas vivan de una pequeña parcela provocará emigraciones.
En las regiones áridas, el auge de la tierra y el alza de los precios beneficiarán a los grandes terratenientes: mayorazgos, manos muertas eclesiásticas y grandes arrendadores. Es la zona del jornalero explotado por los oligarcas, regidores municipales, caciques capitalisas, órdenes religiosas y cabildos eclesiásticos. En la pugna general, el que empuñaba el arado fue siempre el vencido.
Persisten los despoblados, como herencia de la época de los Austrias. Provocarán miseria, ruina, enfermedades, plagas. Estos despoblados y la regresión de los cultivos caracterizarán la lucha entre el hombre y el medio hostil.
Persisten los bajos rendimientos provocados por un atraso técnico, escaso número de animales dedicados a la agricultura y casi nulas inversiones de capital en el campo. Al persistir la estructura de la proopiedad y el régimen de arrendamientos, el labrador se desanimará al vivir agarrotado por el propietario latifundista. La consecuencia es que no habrá intensificación de los cultivos en el siglo XVIII y se registrará un déficit permanente de cereales.
Persiste la dureza de la vida del labrador. Subalimentado, expuesto, paradójicamente, a las buenas y a las malas cosechas, se nos aparecerá como la figura de un mendigo permanente.
Las "innovaciones" hay que verlas a escala internacional, ya que la coyuntura del siglo XVIII experimenta un fuerte tirón alcista. Se pueden sintetizar algunas de estas innovaciones así:

-Aumento de la población agraria aproximadamente en un 50%.
-Aumento de las roturaciones o extensión de los cultivos en la lucha con la Mesta, con los baldíos y con las manos muertas.
-La propiedad rústica adquiere interés y aumenta su valor.
-Las rentas agrarias suben aceleradamente.
-Se registra una revolución de los precios agrícolas.

Esta situación arrojará unos resultados de beneficio. Una vez más, el que se aproveche de ello no será el que empuña el arado, sino el propietario o administrador de la tierra.

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