12 feb 2016

LA RENDICIÓN DE BREDA

Las tropas españolas acantonadas en los Países Bajos ocuparon las tierras del elector palatino, en colaboración con los ejércitos católicos del generalísimo Tilly. El ejército español, mandado a la sazón por el marqués de Spínola, arrolló a los protestantes en una breve y brillante campaña (1621-1622). A poco de estas victorias, se pone en marcha la ofensiva contra los protestantes holandeses. Una lacónica orden de Felipe IV la desencadenó: "Marqués de Spínola, tomad Breda". Era ésta una plaza magníficamente fortificada, qu constituía la llave para la posesión del Brabante Septentrional. Después de un famoso sitio de diez meses, Breda cayó en manos de los españoles (1625). El pintor Velázquez, años después, inmortalizaría aquella ocasión en el no menos famoso y conocido cuadro que hoy se admira en la pinacoteca de El Prado.
En los mares de América, la guerra marchaba con un signo favorable también para las armas de España. Los holandeses fueron expulsados de la Guayana y de Puerto Rico. En conjunto, el triunfo católico sobre los protestantes parecía decidido. Es entonces cuando hacen su aparición en la escena política y bélica los ejércitos de Dinamarca. Entre bastidores, el cardenal francés Richelieu movía los hilos que sacaban al escenario a los luteranos daneses.
Los ejércitos católicos, dirigidos ahora por el general Alberto von Wallenstein, vencieron a los daneses en el puente de Dessau. Tilly, al mismo tiempo, vencía al mismo rey de Dinamarca en Lutter. Los católicos tenían libre el camino hasta las orillas del mar Báltico. El emperador impuso a los vencidos, mediante el Edicto de Restitución, la devolución a la Iglesia católica de los bienes secularizados por los protestantes. Daba la impresión de que el protestantismo iba a ser raído totalmente de Centroeuropa. Los vencedores católicos (alemanes y españoles) planeaban la creación de una poderosa flota que limpiase el Báltico de barcos protestantes, medida que, desde luego, constituía una amenaza para el poderío sueco en aquellas latitudes. Hábilmente maniobró todavía en la sombra el cardenal Richelieu y convenció al rey de Suecia, Gustavo Adolfo, para que interviniese en Alemania a favor de sus correligionarios protestantes. Los suecos fueron vencidos inicialmente en Magdeburgo; pero reaccionaron y vencieron a Tilly en Leipzig (1631) y en Lech, batalla en la que murió el general mencionado. Gustavo de Suecia penetró hasta el sur de Alemania y entró en Baviera, ocupando la capital de la Liga Católica, Múnich (1632). Vencedor Gustavo Adolfo, sacude la tutela de sus aliados franceses y comienza a actuar por su cuenta, en orden a crear una gran confederación protestante en Alemania, destinada a luchar implacablemente contra Austria y la contrarreforma católica.

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