12 nov 2015

LAS LÍNEAS MAESTRAS DE LA POLÍTICA FILIPINA (II)

Inglaterra, indirectamente, ha ganado una baza. Felipe es consciente de ello, y se propone impedirlo. Los azares de la herencia y la oportuna intervención de los ejércitos españoles ponen en manos de Felipe el reino de Portugal (1580). La unidad peninsular pasa a ser un hecho, y con ella se incorporan la Corona las inmensas posesiones que Portugal tiene esparcidas por todo el contorno del globo. Sobre todo esto, Felipe tiene ahora en Portugal una magnífica base para lanzar un asalto definitivo contra Inglaterra. La conquista de las islas Británicas se planea minuciosamente. La enorme escuadra se hace a la mar en 1588, pero la empresa se resuelve en un espantoso fracaso. España no había logrado eliminar a su adversario. apérdida del control del Atlántico pronto llegaría a ser un hecho.
Como había ocurrido en tiempos de Carlos V, las finanzas de Felipe al final de su reinado estaban en completa ruina. Ya en 1557 Felipe se había visto obligado a suspender pagos, es decir, a declararse en bancarrota, dejando de pagar las deudas contraídas con sus prestamistas y aplazando su liquidación para mejor momento. Para salir de apuros, el monarca había puesto a la venta parte de las tierras que poseía la Corona como patrimonio propio. Los argos públicos se habían vendido al mejor postor. Aquellas medidas de emergencia habían logrado equilibrar las finanzas reales, pero habían puesto en manos de la aristocracia un enorme poderío. En 1575, una segunda suspensión de pagos hizo perder nuevamente el crédito a la Corona. No obstante, pronto se repuso Felipe de aquel contratiempo. En la segunda mitad de la década de los setenta, la plata de América llega a España en cantidades hasta entonces desconocidas. Esta afliencia de riqueza animó al rey a reemplazar una política imperialista, que le permitió realizar las empresas de Portugal, de la Armada Invencible y la reactivación de los asuntos de Flandes y de Francia. Mas la situación no tardó en cambiar. América comienza a autoabastecerse; graves epidemias diezman su población y hacen descender la productividad de las minas de la plata. Los ataques de corsarios se multiplican. La bancarrota se hace inevitable. En el año 1595, Felipe II vuelve a declararse insolvente. El pánico cunde entre todos sus acreedores. Las grandes ciudades comerciales se arruinan. La ruina económica arrastra consigo la ruina política. Tres años después, la vida de Felipe también se arruinaba definitivamente.
Éste es, en conjunto, el panorama que ofrece el reinado de Flipe II. Además de dedicar a él nuestra atención en las páginas que seguirán, tendremos también ocasión de conocer algunos problemas especiales que se ofrecieron al Rey Prudente en su propia casa. En primer lugar trataremos el problema sucesorio, en lo que afecta a su priomogénito, el príncipe Carlos; finalmente, pondremos atención también a los relacionados con la traición de su secretario Antonio Pérez.

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