
En todas estas expediciones se observa un objetivo común: la búsqueda de un paso que conduzca a las verdaderas islas de las especias. Poco a poco, el continente americano va adquiriendo para los europeos su verdadera fisonomía, la de una enorme barrera que se extendía todo lo largo de los meridianos, imposibilitando el paso hacia Occidente. A la mentalidad geográfica de la época chocaba la idea de que tal continente pudiera extenderse de polo a polo, sin una fisura, sin un canal que permitiera el paso hacia las anheladas tierras el oeste; de ahí que los intentos se realizasen una y otra vez y se llevase a cabo la enorme tarea de explorar de extremo a extremo las costas del "nuevo" continente.
Una vez se intentó la búsqueda en 1515, fecha en que partió de Sanlúcar de Barrameda una flotilla comandada por Juan Díaz de Solís. Una vez en América, Solís exploró el río que se llamó primero río de Solís y luego río de la Plata, con tan mala fortuna que, atacado por los indios apenas hubo desembarcado, pereció con algunos de sus compañeros. Se cuenta que los indios les cortaron las cabezas, brazos y pies, asaron sus cuerpos enteros y se los comieron.
Nos gustaría hacer un inciso sobre este último punto. Al tratarse de unos viajes estratégicos para los estados, hemos de tener en cuenta que tanto las rutas como los datos arrojados por las exploraciones fuesen secretos de Estado y que en más de una ocasión se propiciasen los bulos, las leyendas y todo tipo de historias fantásticas con la única finalidad de persuadir a las potencias extranjeras de que no intentasen inmiscuirse en los proyectos que se realizaban de modo acaparador para así reservarse sus posibles beneficios.
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