28 jul 2015

NUEVOS PROBLEMAS BÉLICOS DE CARLOS V

La sola presencia de Carlos en Gante bastó para que se acabase el motín. Esto no obstante, la rebelión fue castigada con mano dura. Nueve de los dirigentes del movimiento fueron ejecutados. La ciudad perdió sus privilegios y libertades, tuvo que pagar una fuerte indemnización y debió aceptar la construcción de una fortaleza cuya guarnición mantendría una estrecha vigilancia contra cualquier otra alteración futura.
Francisco I comprendió que en el futuro los Países Bajos serían un punto flaco en el sistema imperial. En consecuencia, estrechó sus relaciones con Guillermo de Cleves, príncipe protesstante cuyos dominios lindaban por el norte con los Países Bajos. En un momento determinado, Cleves y Francia tendrían a Flandes entre dos fuegos. Efectivamente, Juana de Albret casó con el mencionado príncipe. Carlos reaccionó confiriendo el ducado de Milán a su primogénito, el futuro Felipe II. Francia podía despedirse definitivamente del Milanesado. Una vez más, la guerra con Francia era inevitable. Carlos pensaba prepararse concienzudamente esta vez.
Para evitar la conjunción del ataque francés con las previsibles ofensivas turcas y berberiscas, Carlos preparó en Mallorca una flota destinada a dar la batalla contra Argel. Sus embajadores habían tratado de atraerse a Barbarroja al partido imperial, pero no habían tenido éxito en sus negociaciones. A finales de octubre de 1541, la escuadra imperial se presentó ante Argel. La época era la menos adecuada para llevar a cabo una acción naval. A pesar de ello, Carlos se arriesgó... y perdió. Una tempestad dispersó sus naves. Se perdieron 14 galeras y un centenar de embarcaciones menores. Una lluvia torrencial clavó a los soldados en el fango. El emperador dio la orden de reembarque.
Animado por el fracaso de Argel, Francisco I toma la ofensiva. Cierra nuevas alianzas con el duque de Cleves, con los turcos, con los reyes de Dinamarca y de Suecia. Carlos, en aquellas circunstancias, pudo contar con la alianza de Enrique VIII de Inglaterra. Pero el rey francés no había perdido su tiempo. Francia proporcionó cinco ejércitos, dispuestos a romper de una vez para siempre el cerco de los Austrias. Uno atacaría los Países Bajos; otro, Luxemburgo; un tercero, Brabante; el cuarto avanzaría por el Piamonte hasta Lombardía; el último invadirías las tierras del Rosellón. Al mismo tiempo, Solimán haría saltar las defensas de Hungría. De todos los frentes, el más débil era el de los Países Bajos, acorralado entre los ejércitos franceses y los del duque de Cleves. Allí decidió Carlos dar la batalla. En consecuencia, convino con Enrique VIII un ataque coordinado: los ingleses marcharíasn hacia París desde sus bases de Calais. Los imperiales buscarían la conjunción con los ingleses en París, penetrando por la Champaña. Al mismo tiempo, las tropas de Italia atacarían por el sur.

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