11 abr 2015

CRISTOBAL COLÓN (III)

Colón no había asistido a las aulas universitarias. Las primeras letras las aprendería, probablemente, en a escuela que patrocinaba en Génova el gremio de tejedores. El resto de sus conocimientos los obtuvo de sus asiduas lecturas de libros de astronomía, cosmografía y geometría. De esta forma, su cultura siempre adoleció de los defectos propios del autodidactismo, que no duda en atribuir a inspiración divina unos éxitos que nadie creería ncidos del simple esfuerzo personal. Los ribetes místicos con que Colón adorna sus elucubraciones científicas no son ajenos por completo a esta mentalidad del autodidacto. He aquí, por ejemplo, lo que leemos en una carta suya a los Reyes Católicos:

"Hízome Dios entender mucho de la navegación. Dióme a entender lo que bastaba a la astrología, geometría y aritmética;me dió el ánimo ingenioso y las manos hábiles para pintar la esfera y las ciudades, montes, ríos, islas y todos los puertos, con los sitios convenientes de ella. En este tiempo he visto y estudiado en todos los libros de cosmografía, historia, filosofía y otras ciencias, demanera que Dios Nuestro Señor me abrió el entendimiento con mano palpable"


La experiencia marinera de Colón había comenzado cuando contaba catorce años. Ésta fue, al menos, su primera travesía larga. A los dieciocho frecuentaba la ruta entre Génova y Saona. A partir de 1473 se pierde su rastro en Liguria. Sirvió a Renato de Anjou como piloto y visitó el archipiélago griego en otras expediciones. Hay indicios para creer que también anduvo en relaciones con el mencionado corsario gascón.
Una vez afincado en Portugal realizó numerosos viajes a Guinea y la costa africana, entre 1482 y 1484. También estuvo en Inglaterra, Irlanda e Islandia en 1477.
Sabido es que esta última isla había sido conocida por los antiguos con el nombre de Tule. Los irlandeses la "redescubrieron" en el siglo VIII, y en siglos sucesivos acudieron también allí piratas y colonos noruegos. Entre las leyendas populares del país era muy conocida la saga de Erik el Rojo, del que se contaba que, buscando nuevas tierras al oeste, había llegado en el año 986 a una isla a la que dio el nombre de Groenlandia es decir, "la Tierra Verde", pensando que un nombre tan atractivo haría venir nuevas gentes a la isla. Leif Erikson, hijo de Erik el Rojo, y Thorfinn Karlsfeni exploraron otras tierras entre el 999 y el 1010, entre ellas Vinlandia (Tierra de las Viñas), Helulandia (Tierra de las Rocas) y otras, que parecen corresponder a distintos puntos de América del Norte. Pero las únicas colonias que prosperaron fueron las de Groenlandia, que pronto fueron cristianizadas. En 1124 se estableció en Lund el primer obispo. A partir del siglo XIII se mantuvieron relaciones con los esquimales, pacíficas al principio y violentas a partir del siglo XIV. El último obispo que residió en Groenlandia murió en 1385. La vida religiosa decayó hasta tal punto que, precisamente en 1492, casi al mismo tiempo que Colón hacía su primer viaje a América, el papa Alejandro VI se lamentaba en una bula del abandono en que se encontraba aquella remota cristiandad.
Es seguro que por esta época concibió Colón la idea de llegar a las costas de Asia navegando hacia Occidente. Al parecer, la inspiración decisiva se la dieron las ideas del médico florentino Paolo del Pozzo Toscanelli, que tenía fama de ser el mejor matemático de su época. Un canónigo de la época, médico también, llamado Fernando Martins, conocía personalmente a Toscanelli y ambos habían discutido sobre la forma más fácil de llegar al país de las especias. Parece que Colón conoció la correspondencia que se cruzaba entre ambos amigos, dado que Martins era, posiblemente, pariente de su mujer. El hecho es que también Colón escribio a Toscanelli, rogándole que le facilitara datos sobre la cuestión. El florentino respondió que le parecía "magnífico y grande su propósito de navegar a las partes de levante por las de poniente", y, ante la imposibilidad de enviarle una esfera, le enviaba un mapa para demostrar la posibilidad del viaje.
Animado Colón en su plan, amplió sus lecturas con nuevos libros, algunos de los cuales, anotados al margen de su propia mano, se conservan todavía. Las gentes de Madeira hablaban también de maderos tallados, ramas de árboles desconocidos y hasta de náufragos de extrañas razas, arrojados a las playas por los temporales del oeste. Algunos autores refieren también lo que a otros parece, más buen, cuentos de lobos de mar. Se hablaba de un barco que, yendo hacia Inglaterra, había sido desviado por una tempestad hacia el oeste, donde reconocieron unas islas que les parecieron de la India. A duras penas pudieron llegar el piloto y algunos marineros a Porto Santo, donde Colón les acogió en su casa y oyó su relato. Piloto y marinero murieron en seguida y Colón guardó para sí el secreto que encerraba el Mar Tenebroso, según diría luego Las Casas, "como si dentro de una cámara, con su propia llave lo tuviera".
Y así fue como, entre 1484 y 1485, se presentó Colón al rey don Juan II de Portugal, el "Príncipe perfecto", solicitando su ayuda para llevar a cabo el grandioso plan. Bien fuese por las condiciones que Colón exigía pareciesen exageradas, bien porque la junta de matemáticos que examinó el proyecto lo encontró absurdo, bien porque no les pareciera prudente abandonar las ventajas seguras que ofrecía la empresa africana a cambio de las quimeras que ofrecía Colón, el hecho es que el proyecto fue rechazado.
La misma respuesta dieron a Bartolomé Colón en Inglaterra, adonde había acudido en nombre de su hermano pidiendo la misma ayuda. Para colmar su pesadumbre, una nueva desgracia se abatió sobre Cristóbal: la muerte de su esposa.
A mediados de 1485, Colón, viudo a los 35 años, es un hombre derrotado, arruinado, acosado por los acreedores. Es entonces cuando se decide a dejar Portugal y a buscar protección y ayuda en Castilla.


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