18 feb 2015

NAVARRA MEDIEVAL

Desde que se produjo en Navarra la entronización de la casa de Champaña con Teobaldo I (1234-1253), el más esplendoroso porvenir a que pudo aspirar el reino era el de convertirse en potencia hegemónica pirenaica. Si por estos años no desapareció como entidad política, lo debió sólo a un intento, tanto por parte castellana como aragonesa, por mantener un cierto equilibrio en la Península entre los dos grandes estados ibéricos. De hecho, con esta actitud lo que se estaba haciendo era permitir la conversión de Navarra en un auténtico satélite de Francia. Ello vino a confirmarse cuando el último vástago de la casa de Champaña, Juana I, se desposó con Felipe el Hermoso de Francia, provocando una grave crisis interna que concluyó con la toma de la Navarrería por el ejército francés en 1276.
Hasta 1328, Navarra era una auténtica dependencia francesa. A Juana le sucederá su hijo Luis el Hutin, que será también rey de Francia (Luis X) hasta su muerte en 1316. Después seguirán los cortos reinados de Juan I, Felipe el Largo (V de Francia) y Carlos I (IV de Francia). A la muerte de éste último se planteó en Francia el conflicto sucesorio, que había de provocar el magno conflicto de la Guerra de los Cien Años. Al regir en ésta la ley sálica, el trono pasó a la casa de Valois en la persona de Felipe VI. Sin embargo, los navarros, al no teconocer tal disposición legal como vigente en su reino, reconocieron como soberana a una hija de Luis el Hutin, Juana II, casada con Felipe de Evreux (III de Navarra). La coronación tuvo lugar en Pamplona en 1329.
El Estado navarro, bajo la nueva dinastía, habría de convertirse en baza esencial en el conflicto general del Occidente europeo.
El primer Evreux procuró mantener una política de amistad hacia los dos grandes reinos peninsulares: con Aragón mediante el matrimonio de la infanta María con Pedro IV, y con Castilla, con la cual se llegaron a mantener excelentes relaciones, tras algunos roces en La Rioja, producto de las incitaciones de Fernando de la Cerda. El porpio Evreux moriría en el cerco de Algeciras apoyando a Alfonso XI.

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