20 ene 2015

PEDRO IV EL CEREMONIOSO (II)

La victoria de Pedro IV sobre las oligarquías nobiliarias no fue tan total. Los hechos subsiguientes: pugna con los genoveses y guerra con Pedro I de Castilla reforzarán al Ceremonioso para poner algunos límites a su autoritarismo.
Algunos autores apuntan que la victoria real sobre los unionistas se debió en gran parte a las disensiones entre los rebeldes y la oleada de peste -recordemos la trágica fecha de 1348- que diezmó sus filas. Por otra parte, el monarca aragonés, al igual que sus demás colegas occidentales, por muy enérgicamente que quisiera actuar frente a las sediciones, no podía hacer tabla rasa de la influencia del estamento nobiliario. Tuvo necesidad de hacer amplias concesiones, en forma de mercedes, a aquellos nobles que se habían mantenido fieles a la causa monárquica. Si éstos no tenían las aspiraciones exageradas de los derrotados unionistas, sin embargo no estaban tampoco dispuestos a ceder demasiado en lo que se refería a instituciones y privilegios de raigambre feudal.
En este sentido es todo un síntoma el que Bernardo de Cabrera acabe pagando con su vida en 1364, acusado falsamente de traición, su excesivo celo en defensa del autoritarismo monárquico. Su caída no se debía sólo a la enemistad de la nobleza, sino también a la hostilidad que las ciudades acabaron mostrando por su política. Podríamos decir que la ejecución de Bernardo de Cabrera supone un momento trascendental en la marcha de las instituciones de la Corona de Aragón por el camino del pactismo.
La oposición de las ciudades frente a la autoridad monárquica se ha expresado, naturalmente, a través de las Cortes, su organismo representativo por excelencia. Podríamos considerar cuatro períodos en la evolución de éstas a lo largo del reinado de Pedro IV.
El primero transcurre de 1336 a 1356. Es la época más eufórica. Durante ella se desarrollan los acontecimientos de la Unión, la incorporación de Mallorca y la pugna con Génova. Entre 1352 y 1354 (Cortes de Villafranca-Barcelona y de Lérida-Barcelona) se empieza a acusar el terrible impacto que supone la inacabable guerra con Cerdeña. Las dilaciones de los estamentos dejan al monarca en una situación harto apurada en unos momentos en que la guerra con Castilla ("guerra de los dos Pedros") se veía próxima.
El segundo lo tendríamos entre 1357 y 1365. Se trata de un lapso realmente dramático, que en el territorio catalano-aragonés sufre directamente las causaas de su enfrentamiento con Castilla. Las Cortes de Barcelona de 1358 arrancaron al monarca algunas concesiones, a cambio de la votación de subsidios. En 1363 se reúnen nuevas Cortes en Monzón. En 1364, en Barcelona; es el momento en que Pedro I de Castilla prepara un ataque contra Valencia, lo cual obliga al monarca aragonés a una renovación de los privilegios y libertades de los tres brazos, que hacen constar que su ayuda económica es a título de donativo, para conjurar un peligro exterior, y no debe, en modo alguno, sentar precedente. La diputación va montando las bases de su Hacienda y asegurándose como organismo permanente. En 1365 se reúnen las Cortes de Barcelona, a fin de conseguir del monarca que se le concedan las sumas necesarias para pagar a Du Guesclin y sus compañías. Se aprobará la petición, aunque no sin dilaciones.
Entre 1367 y 1378 transcurre el tercer período en las relaciones de Pedro IV con las Cortes. Son unos años un tanto confusos, en los que la Corona de Aragón se ve obligada a conjugar dos peligros: la insurrección de Cerdeña, atizada por los Arborea; y los desmanes de las bandas incontroladas de mercenarios que han hecho la guerra en la Península en los últimos años. El rey procurará actuar con la mayor diplomacia posible, haciendo asistir en ocasiones sólo al brazo real, el más dúctil, y enfocando los problemas en forma de consulta. Para atajar la rebelión sarda se tratará de crear para la isla un cuerpo armado permanente, a fin de evitar las siempre impopulares levas. En las Cortes de Lérida de 1375 se decidirán las consignaciones necesarias para fortificar el principado frente a peligros exteriores.
Los últimos años de vida de Pedro IV (1378-1386) suponen un momento crítico. Los mecanismos creados tiempo atrás por la autoridad monárquica empiezan a sufrir fuertes embestidas. Las Cortes de Barcelona de los años 1378 a 1380 exigen que se haga un detenido estudio del estado de las cuentas y piden que se corrijan los abusos de la administración. Deducimos que la consolidación de la Diputació del General no es más que el producto de un deseo de crear un Estado representativo frente al Estado puramente monárquico. Las Cortes Generales de Monzón de 1383 suponen el inicio de una ofensiva a fondo contra los organismos sustentadores del poder real. La sangría que Cerdeña suponía para la economía de la Corona de Aragón será puesta en todo momento como tema de primordial importancia. Los representantes de las ciudades llegarán a pedir al monarca que sufrague con su patrimonio particular tan costosas operaciones.
De hecho, la ofensiva de las Cortes frente al autoritarismo moonárquico rebasará los límites cronológicos del reinado de El Ceremonioso.

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