28 dic 2014

MONARQUÍA CASTELLANA Y JUEGO DIPLOMÁTICO INTERNACIONAL

La muerte de Alfonso XI por estos años poco cambió de momento la posición de Castilla en relación con el conflicto. El equipo de colaboradores del nuevo monarca, encabezado por Juan Alfonso de Alburquerque, se inclinaba hacia una marcada francofilia. el matrimonio de Pedro I con Blanca de Borbón estaba destinado a reforzar la política de amistad hacia la monarquía francesa.
Eduardo III se veía cogido de nuevo en el ccepo de la mayor habilidad diplomática de sus rivales, vencidos siempre en el campo de batalla, pero tomando siempre la delantera a la hora de buscar o reforzar alianzas. Al monarca inglés nole quedaba más salida que la de un nuevo golpe de fuerza, esta vez contra la marina cántabra.
El choque tuvo lugar a finales de agosto de 1350, a la altura de Winchelsea. El cronista francés Jean Froissart nos ha trazado un magnífico relato de lo que fue este encuentro.
La flota castellana slaió del puerto de L'Écluse, en Flandes, una vez que hubieron cargado en sus naves paños, telas y todo aquello que les pareció aprovechable para su país y susceptible de proporcionarles buenas ganancias. Al enfilar la ruta del canal, la escuadra castellana (40 naves grandes bien provistas de pertrechos bélicos) avistó a la flota inglesa, comandada personalmente por le monarca, a quien acompañaba su más brillante estado mayor, junto con el legendario Príncipe Negro, su primogénito. Los castellanos, dada su superioridad, hubiesen podido pasar de largo sin pelear, pero por su altivez no quisieron, ni les permitían pasar adelante los ingleses sin provocarles, así se acercaron derechamente y con buen orden para emprender la batalla. El choque debió ser terriblemente violento, y en ambas partes hubo auténticos prodigios de valor. el propio monarca inglés vio zozobrar su nave y se encontró en la necesidad de trasladarse a otra, castellana, que sus hombres habían tomado al abordaje. Al navío del príncipe de Gales estuvo a punto de suederle algo semejante. El cronista inglés concluye la narración del episodio con este pasaje:
"Y al hablar de estas gentes no me atrevería a decir: éste estuvo bien, aquél estuvo mejor. Antes bien, se trabó allí, mientras duró el encuentro, un tenaz y violento combate y los españoles dieron mucho que hacer al rey de Inglaterra y a sus gentes. Sin embargo, en definitiva, la contienda se resolvió a favor de los ingleses. Los españoles perdieron allí catorce naves. el resto pasó adelante y se dio a la huída".
La victoria inglesa, aunque de gran importancia psicológica -Eduardo III se intituló "rey del mar"-, no había logrado ni mucho menos aniquilar el poderío naval de los marineros cántabros. Muy al contrario, el encuentro de Winchelsea abrió una etapa agotadora de guerra en corso entre marinos ingleses y castellanos. Como ninguna de las dos partes deseaba prolongar esta situación, verdaderamente ruinosa, se hicieron esfuerzos para llegar a un acuerdo. La iniciativa partió del propio rey inglés. Por ella se permitía a los marinos cántabros libertad de comercio y pesca en las rutas del canal a cambio del compromiso de no prestar ayuda militar a Francia. Pedro I confirmó estos acuerdos en octubre de 1351 y los ratificó más tarde, en 1353.
En esta fecha, por tanto, la posición diplomática de Castilla había cambiado de forma ostensible en relación con la mantenida tan sólo unos años antes. La francofilia de la corte castellana se veía seriamente deteriorada. A ello vino a contribuir también el abandono de que hizo objeto Pedro I a Blanca de Borbón. Este hecho sería uno de los argumentos empleados por la nobleza castellana, bastardos incluidos, para alzarse contra la política personalista del monarca castellano.
Al entrar en Francia Enrique de Trastámara, el distanciamiento entre ambas monarquías era ya un hecho rubricado. Pedro I empezaba a mostrar sus veleidades proinglesas. Por su parte, el soberano galo, ante las prácticamente nulas perspectivas de contratación de barcos castellanos, se veía en la necesidad de echarse en manos de Aragón.
Este violento giro diplomático provocaría una inopinada ampliación de los horizontes de un conflicto hasta entonces prácticamente reducido a un choque anglo-francés.

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