18 oct 2014

LOS ALMOHADES EN ESPAÑA (I)

Con sus contingentes más importantes ocupados en el ataque a Marrakech, los almohaces no pudieron responder con muchas fuerzas a las primeras demandas de intervención que les llegaban desde España. Enviaron en 1146 un contingente militar a tomar Tarifa, Algeciras y Jerez, cabezas de puente para un futuro desembarco, y a recibir la sumisión de los Al-Muridin.
Al morir Zafadola, sus estados se dividieron entre Ibn Faray Al-Tagri, que se estableció en Murcia, y Muhammad Ibn Abd Allah Ibn Sa'd Ibn Mardanis, asentado en Valencia. Por otra parte, el almorávide Ibn Ganiya, con las fuerzas de que disponía, trataba de restablecer la situación anterior en España y África, secundado por otros jefes almorávides y reyezuelos de origen berberisco. Sin embargo, árabes y muladíes, detentadores de la idea nacionalista de Zafadola, se oponían a este nuevo intento de reunificación bajo el mando de los africanos, prefiriendo la ayuda de los castellanos, que a la larga eran sin duda más peligrosos.
El cadí de Córdoba, Ibn Hamdin, pactó con Alfonso VII, quien, después de la batalla de Chinchilla, cruzó la cordillera en dirección a Córdoba, donde entró en 1146. Esta entrada había de ser breve y protocolaria, pues el peligro almohade ya se percibía en lontananza. Alfonso, contando con pocas fuerzas en aquel momento, prefirió no arriesgarse a un eventual ataque de los nuevos señores de África Septentrional. De esta forma entró en tratos con Ibn Ganiya, devolviéndole la antigua capital del califato. Por el momento, el castellano se conformó con afianzarse en las líneas del Tajo y el Ebro.
El partido andalusí, sin un adalid fuerte, puso su confianza en Ibn Mardanis, de pregonada y no bien demostrada estirpe árabe. Este logró apoderarse de Murcia, reuniendo los dominios de Zafadola e imprimiéndoles una nueva dinámica. Habría de mantenerse firme en su posición cerca de veinte años, resistiendo a los almohades y ganándose una gran reputación como guerrero entre los cristianos -que le llamaban Lope o Rey Lobo-, muchos de los cuales figuraban entre sus tropas. La presencia de contingentes cristianos, a veces cuerpos enteros, en ejércitos musulmanes era corriente y está documentada en España desde antiguo.
Había en la Península ya por entonces un nuevo reino, el de Portugal, con escasas posibilidades de enfrentarse victoriosamente a los musulmanes, dado que su preocupación máxima en aquellos momentos era la de afirmar su independencia como reino con respecto al castellano-leonés del que se había desgajado. A pesar de todo, sin emprender grandes campañas, los portugueses lograron apoderarse de Santarem el 10 de marzo de 1147. El 28 de junio del mismo año lograron poner sitio a Lisboa con la ayuda de una flota de cruzados ingleses, alemanes, normandos y flamencos. El cerco fue largo y penoso, dada la privilegiada situación de la ciudad. Por fin el rey portugués, Alfonso Enríquez, entró en la ciudad, rendida por el hambre, el 24 de octubre de 1147, asegurándose en la línea del Tajo. Rápidamente los portugueses se expandieron por las comarcas cercanas: Sintra, Palmela, Loisinha, Torres Vedras.
Por su parte, Alfonso VII, animado por genoveses y pisanos, se decidió a conquistar Almería, importante puesto comercial y militar. En la empresa le ayudaron aragoneses, navarros, genoveses, pisanos y hasta occitanos, lo que daba a la empresa visos imperiales. Almería cayó el 17 de octubre de 1147.
Poco después, el conde catalán Ramón Berenguer IV, contando con las mismas fuerzas que Alfonso VII, emprendió el asedio de Lérida, Fraga y Mequinenza, plazas que constituían un peligro detrás de la línea del Ebro. Las tres se rindieron al unísono en octubre de 1149.
A partir de este momento, la situación se irá haciendo rápidamente crítica en la Península ante el incontenible avance almohade, infiltrado a partir de sus bases en el sur, que ponían en peligro a los pequeños taifa, en un primer momento, y amenazaban con posterioridad no sólo las fronteras, sino a los mismos reinos cristianos.
En los últimos años de su reinado, Alfonso VII trató de defender a toda costa las posiciones ganadas en Andalucía, especialmente la plaza de Almería. A pesar de todo, los almohades presionaban incansablemente y, en enero de 1149, Ibn Ganiya, dispuesto a entregar sus territorios a los nuevos conquistadores, moría. Ibn Qasi caía asesinado y los reyezuelos de Beja, Évora, Niebla, Badajoz y Tvira fueron rápidamente anexionados. En 1154 Málaga era almohade, y un año después Granada.

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