28 oct 2014

EL REINO CASTELLANO-LEONÉS. FERNANDO III (III).

Quedaba la herencia paterna, el reino leonés, cuyos derechos -de respetarse la línea masculina- correpondían al hijo de Berenguela, después que en 1214 falleciera el otro hijo de Alfonso IX y Teresa de Portugal, tenido antes de su matrimonio con Berenguela. Mas como ya se ha dicho, el rey de León no deseaba ser heredado por el ahora rey de Castilla, Fernando III. ¿Desconfiaba que su reino, tan afanosamente defendido y robustecido, iba a ser absorbido por la pujante Castilla, que acabaría relegándolo a segundo plano? Es posible. El hecho es que tras intervenir en los asuntos portugueses, a raíz de los problemas que Alfonso II tenía con la Iglesia y con lo súbditos, firmó la Tregua de Boronal en 1219, en la que ambos monarcas demostraron su acuerdo de que a Alfonso IX le sucediesen sus dos hijas, Sancha y Dulce. El rey de León, que había visto asegurados sus derechos de extenderse por Extremadura, sobre todo después que en 1227 consiguiera apoderarse de Cáceres, llave de una extensa región, se decidió al fin a otorgar testamento poco antes de su muerte, ocurrida en Badajoz, su última conquista, en septiembre de 1230. Según él, le sucedrían sus hijas, Sancha y Dulce, desconociendo deliberadamente los derechos de Fernando III.
No se trataba de una disyuntiva para unir León a Castilla o a Portugal. La sucesión prevista por Alfonso IX hubiera ciertamente inclinado su país hacia el reino lusitano, pero conservando su independencia y, posiblemente, cierto ascendiente sobre él. La sucesión de Fernando conducía inequívocamente a la fusión de los dos reinos. Aun así, la solución que se impusiese era trascendental para el mundo hispánico. Como en tantas ocasiones de la Historia, los hechos abandonaron la solución portuguesa. Mas gracias a este abandono, Portugal afianzaría su personalidad e independencia como reino, hasta llegar a ser el único Estado español que perseveró al margen de la gran reunificación peninsular. Muerto Alfonso IX, todo resultó mucho más sencillo de lo que cupiera imaginarse. Doña Berenguela, adelantándose a los acontecimientos, negoció con Teresa de Portugal la renuncia de las hijas de ésta, Sancha y Dulce, a cuanto les concedía el testamento de su padre, en favor de su hermano Fernando, recibiendo éste a cambio generosas compensaciones económicas. El acuerdo de las madres, firmado en Valença, se complementó con el que en 1231 firmaron en Sabugal Fernando III y Sancho II de Portugal, que desde hacía unos años había sucedido a Alfonso II. Ambos monarcas decidieron vivir en paz, concordia y amistad. Durante mucho teimpo, esa paz no fue alterada. con ello acababan las interminables guerras de fronteras, motivadas casi siempre por dificultades surgidas de la reaparición del reino leonés como Estado independiente. Y es que, además de los acuerdos y reajustes realizados en todo aquel tiempo, el reino leonés desaparecía definitivamente del mapa peninsular. La unión con Castilla no suponía, ciertamente, la pérdida de su personalidad jurídica; pero también la conservaba con la misma firmeza de aquellos estados que, en la zona oriental constituían la Corona de Aragón. Los temores de Alfonso IX, si es que los tuvo, se confirmaban. En adelante será Castilla la que dé nombre e impulso a cuantas empresas acometan los monarcas que llevarán ambas coronas.

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