30 oct 2014

EL IMPERIO OCCITÁNICO. JAIME I. (I)


Cataluña y Aragón,unidos desde el reinado de Petronila, o mejor, de su esposo Ramón Berenguer IV, sinteiron muy pronto la necesidad de extenderse de alguna forma al otro lado del Pirineo, por el mediodía francés. La dificultad con que avanzaba la Reconquista a partir de Alfonso el Batallador, que acaso motivara la existencia de excedentes demográficos, y la ventaja temporal que en organización llebavan los estados españoles a la monarquía francesa, hicieron que aquéllos extendieran de forma diversa sus dominios sobre los condados, ciudades y otros distritos del sur de Francia, los cuales mantenían amplia autonomía dentro de la fragmentación feudal en que había quedado el territorio francés. Los condes y señores ofrecían su sumisión a uno y otro príncipe, según los intereses de cada momento. Las relaciones de Aragón con el mediodía francés -recordemos- datam de losmismos orígenes del reino. Pero es sobre todo con Alfonso el Batallador cuando se traducen en un cierto protectorado político sobre aquella zona. El conde Beltrán de Toulouse se hizo vasallo suyo. Igualmente Céntulo de Bigorra le prestó vasallaje durante un viaje que el Batallador hizo a Gascuña. También la casa de Bearn estuvo vinculada al monarca aragonés, acompañándole su conde Gastón, lo miso que Céntulo de Bigorra, en la mayoría de las empresas reconquistadoras.
La presencia de los condes catalanes tenía raíces todavía más antiguas, que remontan a cuando Ramón Berenguer el Viejo obtuvo los derechos sobre el condado de Carcassone-Rases al contraer matrimonio con Almodis de la Marche. Pero nada definitivo surgió de este enlace. Sin embargo, los condes catalanes siguieron confiando en los enlaces matrimoniales, que no tardaron en dar su fruto. En 1112, Ramón Berenguer III casó con Dulce de Provenza y heredó este condado y muchas tierras más. Poco después unía a sus condados catalanes la posesión de la Cerdaña y hacía una alianza con la casa de Foix, casando con su conde Roger III a una de sus hijas. El sistema se ramificaba y atraía hacia Barcelona nuevas zonas deinfluencia que despertaron el recelo de otra casa importante del mediodía francés: la de los condes de Toulouse. Uno de ellos, Alfonso Jordán, consiguió montar otro bloque defensivo anticatalán, en el que figuraba como pieza importante el condado de Carcassone, que Bernardo Alto había conseguido separar de Barcelona en provecho propio. En 1225 hubo un acuerdo entre los condes de Barcelona y Toulouse por el que se repartían la Provenza. Desde entonces, ambas casas van a luchas con gran tenacidad por conservar y aumentar sus posesiones.
Ramón Berenguer III, en su testamento, vlvió a separar la Provenza de Cataluña, otorgándola a su hijo menor, Berenguer Ramón, mientras los demás condados, Barcelona, Vich, Gerona, Besalú y Cerdaña eran heredados por el primogénito, Ramón Berenguer IV.
En los últimos años de este príncipe, la situación de la casa catalana se vio amenazada seriamente. Algo nuevo, muy importante, había sucedido: hacia el mediodía francés, país rico y culto, pero invertebrado políticamente, volvían los ojos tanto los poderes universales como la monarquía francesa, que, renaciendo de sus cenizas, progresaba rápidamente hasta constituirse en uno de los estados más fuertes de Occidente. En Provenza, Berenguer Ramón moría antes que su hermano, el conde de Barcelona, y era sucedido por el hijo de aquél, Ramón Berenguer, todavía un niño, que prestó vasallaje a su tío, quien se encargó de su regencia. Fue necesaria toda la energía de Ramón Berenguer IV para mantener a su sobrino en la Provenza, de donde intentaba expulsarlo la poderosa familia de los Baucio. A estos problemas se añadieron los que le enfrentaron con el conde de Toulouse, cuyos territorios intentó conquistar en unión del rey de Inglaterra. Para impedirlo, entró en escena Francia, que auxilió al conde de Toulouse y selló con él una alianza, casándole con una de sus hijas.
Otro episodio importante, que venía a aliviar algo la situación, fue el vasallaje que Ramón Berenguer IV iba a prestar al emperador alemán Federico Barbarroja, a fin de mantener los dominios provenzales. El emperador había apoyado hasta entonces a los Bacio; pero la situación a que había llegado su enfrentamiento con el pontificado aconsejaba entrar en negociaciones con la casa catalana. El consejero de Federico, en estos momentos, era su enérgico canciller Rainaldo de Dasssel; la silla de San Pedro acababa de ser ocupada por el no menos enérgico cardenal Rolando, que tomó el nombre de Alejandro III. La tensión entre el papado y el Imperio alcanzaba una de las cotas más altas cuando Federico I proyectó la ansiada ocupacón de Sicilia. El Papa, temiendo verse cercado, huyó a Francia, adonde llegó en abril de 1162, con el fin de atraerse el apoyo de las monarquías occidentales. Pero el emperador alemán, cuya capacidad de acción crecía con las dificultades, abandonó por el momento la empresa siciliana y se aprestó a no dejarse ganar la batalla diplomática que se avecinaba. Se trasladó a Borgoña, y dessde allí empezó a atraerse a los príncipes occidentales, empezando por Ramón Berenguer IV. Federico Barbarroja retiró su apoyo a la casa de Baucioy ofreció la Provenza, en feudo, a la dinastía catalana, mediante la prestación del correspondeinte vasallaje. El conde de Barcelona, que difícilmente hubiera podido mantenerse en aquel territorio frente a un emperador en el ápice de su gloria, prefirió aceptar las condiciones. He aquí cómo los estados catalano-aragoneses, tradicionalmente alineados al lado del papado, se veían ahora dentro del partido imperial, a causa de las posesiones occitánicas. Ramón Berenguer IV murió aquel mismo año cuando se dirigia a Turín para prestar vasallaje al emperador.

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