10 sept 2014

LA DINASTIA AMRI Y EL FIN DEL CALIFATO (II)

Muerto su padre, Abd Al-Malik corrió a Córdoba a ponerse a las órdenes del pacífico Hisham II, quien le confirmó en el cargo de hachib con las mismas prerrogativas que Almanzor había tenido, y ordenó que, para mayor acatamiento de todos, el nombramiento fuera leído desde el almimbar de la mezquita mayor. Con ello se desvanecieron las esperanzas de los eslavones y de cuantos habían sido desplazados de sus puestos privilegiados por el clan amirí. Por otra parte, Malik sabrá ganarse el afecto del califa y de buena parte de la sociedad. De temperamento valiente, aunque rudo y a veces cruel, era amigo del vino y de las fiestas, a las que a veces invitaba a asistir disfrazado a Hisham II. Confió los puestos más importantes a los príncipes colaboradores de su padre y dio todavía unos años de paz y prosperidad a Al-Ándalus, los últimos que iba a conocer bajo la dinastía omeya.
Así como en Córdobala sucesión de Almanzor se había producido sin alteraciones ni cambios importantes, en los reinos cristianos el nuevo ministro iba a seguir también la política intervencionista de su padre. En León, donde reinaba Alfonso V, un niño bajo la regencia de su madre, Elvira, se desligó de los compromisos que le vinculaban a Córdoba, idea en la que le acompañaron el conde de Castilla, Sancho García, y el de Barcelona, Ramón Borrell, nada más conocerse la muerte de Almanzor. Abd Al-Malik replicó rápidamente con una campaña contra Menendo González, en la que éste se vio apoyado por los condes de Castilla y Saldaña. Gracias a su ayuda, el musulmán no consiguió un triunfo rotundo, lo que le obligó a entrar en negociaciones; pero entre los príncipes cristianos empezó a cundir la desunión. El conde de Castilla aspiraba, al parecer, a sustituir a Menendo González en la regencia del rey de León, y, para recabar la ayuda de Abd Al-Malik, firmó un pacto por el que se comprometía a enviarle tropas para las expediciones musulmanas. Por eso, cuando en el 1003 salió un ejército de Córdoba contra Ramón Borrell, que acababa de atacar las tierras musulmanas de su frontera, los castellanos hubieron de acompañarle en la aceifa que efectuaron por la sierra de Montsech y las comarcas de Igualada y Manresa. Después que se firmara la paz, el conde de Castilla quiso hacer efectivas sus aspiraciones a la regencia, para lo cual contaba también con el apoyo de su hermana, la reina madre Elvira. Suscitada la cuestión frente a Menendo González, ambos accedieron a poner sus diferencias en manos de Malik, quien envió a León como juez delegado suyo al cadí de los mozárabes de Córdoba, Absang ben Nabil, quien sentenció a favor de Menendo Gonález, quizá porque en Córdoba era tenido por menos peligroso que su rival castellano.
De nuevo parecía que la dictadura de Córdoba se imponía sobre los estados cristianos, aunque las acciones de los musulmanes carecían ya de la contundencia que antes habían tenido. Sancho García, disgustado por la solución adoptada en el anterior arbitraje, se indispuso con Abd Al-Malik, sufriendo las correrías de las tropas musulmanas a lo largo de su frontera. Pronto hizo la paz. En 1005 aparece aliado con Abd Al-Malik y recorriendo la campiña leonesa hasta el castillo de Luna, mientras el general Wadih devastaba la comarca de Zamora, cuya ciudad seguía despoblada desde 988. Ese año y los siguientes fueron de gran actividad bélica para el hachib de Córdoba, que atacó victoriosamente los condados de Ribagorza y Castilla, donde derrotó a una coalición de leoneses, castellanos y navarros, formada para resistirle. Pero aquí acabó todo. Los estados cristianos conducidos ahora por el conde de Castilla, que abandonaba definitivamente su alianza con Al-Ándalus, comprendieron el debilitamiento que sacudía al califato, y seguían mostrándose hostiles a Malik, a quien de poco iba a servir el título honorífico de "Al-Muzaffar" (el triunfador) que se hizo conceder por Hisham II al regreso de su campaña anterior. En 1008 Al-Muzaffar volvió a salir contra ellos, pero fue derrotado. Regresó a Córdoba, a fin de preparar una nueva expedición; mas apenas había dejado la capital, falleció en circunstancias misteriosas, que algunos cronistas musulmanes atribuyen al envenenamiento procurado por su hermano Abd Al-Rahmán Ibn Sanchul. Con su muerte acababa el tiempo de los gobiernos pacíficos de Al-Ándalus, se va la "paz del califato" y la España islámica se adentra en la fitna o discordia que la conducirá a la desintegración política.

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