25 ago 2014

NACIMIENTO DE CASTILLA (II)

Queda por describir la repoblación de la zona oriental, aquella de la que nacería Castilla, primero condado y después reino, cuya fuerza expansiva acabaría por colocar en segundo término a los demás núcleos. Por el año 800, un grupo de várdulos descienden hacia la Peña de Orduña y, tras establecerse allí, empiezan a designar la comarca con el nombre de Vardulia. Otros, en cambio, avanzan más hacia el sur. El hijo de un magante llamado Lebato y de su mujer, Muniadona, organiza varias exploraciones en el valle de Mena y en torno a Espinosa de los Monteros. El documento que contiene estas noticias nos proporciona por primera vez el nombre que luego ha de designar a la zona: Castilla, palabra latina que significa "los castillos". Esta designación suplanta a la de los várdulos, que desaparece.
Durante los años siguientes las tierras que descienen de la Cordillera Cantábrica van recibiendo a algunos tímidos repobladores, como los que se instalan en Cervera y la zona norte de la provincia de Palencia, o los que en el 824 constituyen el consejo de Brañosera, cuya "carta puebla" ha llegado hasta nosotros. Pero la princial empresa de esta etapa tiene por escenario el alto valle del Ebro. El obispo Juan, tal vez un fugitivo de la España musulmana, repuebla varios lugares próximos a Miranda de Ebro y se establece en uno de ellos, Valpuesta, convirtiéndola en sede episcopal, que el rey asturiano aprueba. Igual ánimo emprendedor anima al abad Avito y al obispo Fredulfo, quienes colonizan las tierras vecinas. En el reinado de Ordoño I la empresa continúa con mayores ánimos, a pesar de algunos reveses acusados por los musulmanes. Hasta entonces, y según la leyenda, esta comarca fue gobernada por jueces populares, elegidos por sus habitantes: Nuño Rasura y Laín Calvo. Algún historiador defiende la veracidad de estos jueces populares. Pero es indiscutible que responden bastante bien a la situación de la zona, poblada de rústicos campesinos, a quienes las necesidades de defensa obligan al continuo manejo de las armas, que habían de alternar con el cultivo de los campos y con la construcción de sus toscas fortalezas.
Hacia el año 850 Castilla parte hacia una nueva etapa de su historia. Por vez primera aparece la figura de un conde, Rodrigo, al frente de una zona que comprendía Reinosa, Campoo y los valles de Bricia, Sotoscueva, Villarcayo, Valdivielso, Tobalina, Mena y Losa. En esta segunda etapa, Castilla busca apoyarse en la línea del Arlanzón. Ordoño I mandó al conde Rodrigo que repoblara Amaya, la antigua Amaya Patricia, capital de los cántabros.
La Crónica de Alfonso III nos presenta la figura del conde buscando repobladores que quieran ir a habitar en ella, ofreciéndoles las necesarias ventajas y libertades y las suficientes donaciones de tierras para que los colonos se animen a arrostrar el peligro que supone ocupar la avanzadilla cristiana. En los años siguientes se repuebla la comarca de La Bureba, creándose una línea de fortalezas que van desde Hitero del Castillo, cerca del Pisuerga, hasta Cerezo del río Tirón. A estos límites de expansión castellana responden los versos del Poema de Fernán González:

Entonces era Castiella un pequeño rincón,
era de Castellanos Montes de Oca mojón,
e de la otra parte, Fitero en fondón;
moros tenía Caraza en aquella sazón.
Al mismo tiempo que el territorio castellano se extiende, se afianza la organización condal. A Rodrigo le sucede su hijo Diego Rodríguez Porcelos, hacia el 873. Alfonso III premiaba así la ayuda que esta familia le había prestado cuando hubo de enfrentarse al usurpador Fruela en los comienzos de su reinado. Pero también se dejaba llevar por la necesidad, ya que la familia del conde poseía muchas fortalezas y posesiones en tierras, lo que les calificaba para seguir detentando el condado.
El nuevo conde, Diego Rodríguez, siguió repoblando las tierras adyacentes, llegando hasta las riberas del Arlanzón, donde estableció una fortaleza defensiva que dominaba la calzada romana de Zaragoza a Astorga, camino muy recorrido por las aceifas musulmanas. La nueva ciudad, llamada Burgos, pasaría muy pronto a ser la cabeza de Castilla. Hacia el año 880 el río Arlanzón era el límite sur de la Reconquista en la zona castellana. Más abajo sólo aparecía una atrevida excepción: el castillo de Lara, excavado en roca, obra del magnate Gonzalo Fernández, y situado al sudeste de Burgos, cerca de la ermita visigoda de Quintanilla de las Viñas.

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