24 ago 2014

NACIMIENTO DE CASTILLA (I)

La decisión de Alfonso III de reconquistar el valle del Duero obedecía a múltiples razones. No era la menor el crecimiento demográfico de Asturias, impulsado principalmente por la corriente migratoria de mozárabes, una vez que su intento de resistencia nacionalista había fracasado y se iniciaba para ellos una etapa difícila en la España musulmana a causa de la consiguiente hostilidad de los emires. El territorio cristiano se había saturado, al unirse los emigrados al crecimiento natural de la propia población asturiana. Debían buscarse nuevas tierras hacia el sur, cosa que halagaba los deseos expansivos de la monarquía. La instalación en el valle del Duero de una población estable le proporcionaba una frontera humana, la cual, apoyada en la barrera que el mismo Duero constituía, contribuiría a fortalecer la defensa del reino. Además, extensas zonas agrícolas pasaban a engrosar sus dominios, con lo que éstos se enriquecían y elevaban el potencial económico de la monarquía.
El plan expansivo de Alfonso III se orienta en tres direcciones claramente marcadas por la geografía del país: dos extremas, oriental y occidental, encomendadas a condes que gobiernan ambas zonas, y otra central. Las dos primera originan el "territorio portugalense", base del futuro Estado portugués, y Castilla. En el centro, grandes municipios, como Toro y Zamora, serán el antecedente y la cabea de la larga serie de éstos que se extenderán por esa zona hasta el valle del Tajo como su forma típica de repoblación. Pero de momento esta zona central nutrirá al nuevo reino leonés, que se forma aquí.
El avance por la parte occidental fue fácil, debido a que esa zona carecía apenas de población. Alfonso III encomendó la tarea a los condes gallegos. Era, al mismo tiempo, una manera de tener ocupados a estos levantiscos nobles, uno de los cuales, como se recordará, había intentado privarle del trono. La zona occidental del reino pudo adelantar así sus fronteras, primero hasta el Duero, después que el conde Vimanaro Pérez se apoderase de Oporto y lo repoblase en el 868, y Odario hiciera lo propio con Chaves. Inmediatamente se procedió a la colonización de toda la comarca comprendida entre el Miño y el Duero, enviando pobladores a las ciudades y lugares desiertos y levantando fortalezas y murallas para asegurar su defensa. Una de las ciudades restauradas fue Braga, la cual recibió de nuevo a su obispo y si dignidad metropolitana, que temporalmente había pasado a Lugo.
Pero aún dio un paso más la Reconquista en esta dirección, al saltar sobre la línea del Duero e ir a colocar su frontera en el río Mondego, a la altura de la Sierra de Gara extremeña. La nueva conquista se apoyaba sobre las ciudades de Lamego, Viseo y Coimbra, ocupada en el 878 por el conde Hermenegildo Gutiérrez. Para el mejor gobierno de estas tierras, que duplicaban la extensiónd de la zona galaico-portuguesa, el rey Alfonso III la dividió en condados, que entregó a miembros de su familia: Odario quedó de conde de la antigua Galicia, Gatón recibió la zona del Bierzo y Hermenegildo fue el primer conde de Portugal, es decir, de las tierras costeras situadas al sur del Miño.
La ocupación de la parte central fue más lenta, no porque hubiera resistencia, pues yacía en su mayor parte despoblada, sino debido quizá a la mayor amplitud de la zona. El avance hacia el Duero se había iniciado en el reinado de Ordoño I, desde la comarca del Bierzo, cuya procedencia de muchos repobladores queda reflejada en el toponímico "bercianos", que tanto abunda por estas tierras. El conde Gatón había repoblado la ciudad de Astorga y seguía extendiéndose hacia el Duero, jalonando su paso de castillos y fortalezas. Todos estos progresos, más los que se hacían en la parte occidental y en la oriental, de los que ya hablaremos, alarmaron al emir cordobés Muhammad I, quien, por otro lado, deseaba castigar a Alfonso III, a causa de la ayuda que éste venía prestando a los rebeldes muladíes de Al-Ándalus. Una primera expedición que marchó contra el Bierzo en 877 no debió alcanzar mucho éxito, ya que los cristianos podían dedicarse aquel mismo año a repoblar Coimbra. En vista de ello, el emir preparó al año siguiente un grueso ejército formado por sus guarniciones de la frontera pertenecientes a las ciudades de Toledo, Guadalajara y Talamanca, más otra columna de tropas cordobesas mandadas por el propio hijo de Muhammad, Al-Mundhir, y por Walid ben Ganim. Éstos debían atacar primero a los Banu Qasi y, siguiendo el curso del Ebro, penetrar luego en el valle del Duero por el desfiladero de Pancorvo para enlazar con los contingentes fronterizos, quienes marchaban directamente a cruzar el Duero por la actual provincia de Zamora. Pero el rey asturiano se adelantó, y, antes de que lograran enlazar con Al-Mundhir, fueron completamente derrotados por Alfonso III en La Polvorosa, un lugar estepario próximo a Benavente, en la confluencia de los ríos Esla y Órbigo. Luego marchó a esperar al otro ejército hasta las cercanías de la ciudad de León, y en el valle próximo a Valdemora derrotó a Al-Mundhir. Como resultado de estos fracasos, Muhammad I se vio obligado a pedir la paz. Un clérigo de la corte asturiana, de nombre Dulcidio, fue enviado a Córdoba para negociar las condiciones de la tregua, que se fijó en tres años. Era la primera vez que un príncipe de Al-Ándalus debía acudir ante los reyes cristianos a solicitar la paz. Pero ésta no fue respetada. El emir cordobés, cuya marina se había incrementado notablemente, sobre todo a raíz de los ataques normandos, decidió emplearla contra Alfonso III. Con nuevas unidades navales construídas expresamente para este fin, se formó una flota que, en el 879, se hizo a la mar con rumbo a las costas gallegas; mas al llegar frente a ellas, un violento temporal deshizo completamente la formación y mandó a pique la mayoría.
Estos fracasos animaron al rey asturiano, quien lanzó una belicosa contraofensiva, llegando al corazón de Sierra Morena a través de Portugal y Mérida, y en el monte Oxifer, cuya identificación se desconoce actualmente, derrotó al ejército cordobés que había salido a contenerle. Después regresó a Oviedo con cuantos mozárabes quisieron acompañarle. La profecía de Ezequiel, anunciando el fin del dominio ismaelita y la restauración del reino de gog, que aquí se identificaba con los godos, parecía animar hasta al mismo monarca. La repoblación del valle central del Duero podía continuar después de estas luchas. Primero es la ciudad de Toro, cuyo nombre deriva, por corrupción, de los campi gothorum primitivos. En el año 893, un grupo de toledanos, emigrados al norte, emprenden la empresa de reconstruir y habitar la ciudad de Zamora. Uno de ellos costeaba la reconstrucción de la muralla. Algunos años después le siguen Dueñas y Simancas. En los valles que van de la cordillera al río, numerosos monasterios, como Sahagún, Escalada, San Martín de Castañeda, Vime, Tábara y Moreruela, empiezan la colonización de la tierra y la creación de núcleos urbanos que irán cubriendo la región.

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