
El alejamiento de la Península que esto supuso, no fue óbice para que muy pronto se produjeran levantamientos nacionalistas, tendentes a sacudirse el dominio extranjero, similares a los que surgían en la España musulmana. El puente a través del cual las comarcas catalanas alcanzaron su independencia fue el progresivo debilitamiento de la monarquía franca, apenas desaparecieron los sucesores inmediatos de Carlomagno. El debilitamiento monárquico se traduce en Cataluña en una política vacilante que se revela incapaz de frenar las tendencias anárquicas de la zona. Los catalanes se quejan ante el rey franco, Carlos el Calvo, contra el conde Bernardo, a quien acusan de intentar suprimirles sus privilegios. En consecuencia, Bernardo es destituído, y en su lugar se nombra conde de Barcelona al godo Sunifredo, que lo era ya de Urgel y Cerdaña, a quien pronto sucederá el franco Alerán de Troyes. Pero el hijo de Bernardo, Guillermo, seguirá aspirando a la herencia de su padre y, en consecuencia, Barcelona será separada de la Narborense.
Paralelamente se producía una progresiva afirmación del poder condal. En el año 838 se había publicado la capitular de Quiersy, que, si no supone la constitución de los condados en hereditarios, como a veces se cree, sí es un paso adelante, ya que entonces establece que en ausencia del rey, sucedan los hijos a los padres que entonces fallecieran. Esto es lo que en realidad se venía haciendo. Cuando en el 870 un godo originario de Carcasona, Wilfredo el Velloso, se haga con el condado de Barcelona, se formará una dinastía indígena de larga historia. Estos condes, que pueden prescindir del nombramiento regio, adquieren personalidad y poderes propios. En parte les obligan las mismas circunstancias. Sus problemas son diferentes a los que agitan la corte de París, y son ellos, no el rey, quienes han de solucionarlos. El más grave era, sin duda, la defensa frente al Islam. Barcelona fue atacada en varias ocasiones hacia la mitad del siglo IX. En el 852 es entregada por los judíos, según las fuentes francas de la época. Seis años más tarde los musulmanes asolan la comarca, apoderándose de Tarrasa. El conde de Barcelona va apareciendo ante los súbditos como su verdadero jefe y defensor, mientras su dependencia del rey se va haciendo más aparente que real, reduciéndose poco a poco a un puro formulismo. Los reyes francos tratarán de disimular su pérdida de poder real añadiendo a su título de "rey de los francos" el de "rey de los godos", pero ni por esas...
Una circunstancia casi paradójica vino a engrandecer más tarde la figura de Wilfredo. El duque de la Gotia, Bernardo, se había rebelado contra el rey franco, Luis el Tartamudo. Atacado, acaso, por el rebelde, Wilfredo y sus hermanos, Miro y Sunifredo, lo combaten apoyando al monarca franco. Éste, en recompensa a su fidelidad, unirá en sus manos los condados de Barcelona, Gerona, Urgel-Cerdaña y el de Conflent, haciéndose además con el título de marqués, por herencia de Salomón de Cerdaña. A la muerte de Wilfredo le suceden sus hijos, ya sin nombramiento real. No es que los condados sean legalmente hereditarios, lo que ocurre es que el reino franco carece de un poder fuerte. El paso al sistema hereditario se produce sin que éste reaccione. No hay una ruptura violenta y perceptible a los contemporáneos, sino que todo se produce siguiento la marcha normal de los acontecimientos.
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