15 ago 2014

LA RECONQUISTA EN EL PIRINEO CENTRAL. ARAGÓN (I).

Aragón aparece como entidad política con la Reconquista. Anteriormente sólo existía como toponímico, designando los valles surcados por el río Aragón. Luego se habla de "los Aragoneses", esto es, los valles de Hecho y Canfranc, que desde dicho río parten hacia las cimas pirenaicas. Por este motivo, sus primeros monarcas se titulan "reyes de los Aragoneses". Ellos fueron, en realidad, la cuna de la Reconquista y del Estado Aragonés. Ambos disponían de buenas comunicaciones con el territorio franco, el primero a través de la vía romana del valle del Bearn a Zaragoza a través del puerto de Palo; el segundo a travésd el de Canfranc, por el camino natural también surcado por otra calzada que cruza el Pirineo por Somport, el summus portus de lo romanos. Entre uno y otro, sumando los valles intermedios, juntaban una extensión no superior a los 600 km cuadrados. Más al oeste quedaban los valles de Ansó y Ausmer, y en la parte oriental los de Tena, Sobrarbe y Ribagorza. La ocupación musulmana de todos ellos fue sumamente limitada. En realidad, únicamente existía cierta dependencia de sus habitantes, que se manifestaba en el pago de tributos. Los árabes dejaron sus guarniciones en Paplona, Zaragoza y, quizá, Huesca, sin que ninguno de ellos fuera a instalarse más al norte. En la misma Huesca, mucho más al norte, no había un sólo habitante de ascendencia árabe cuatro siglos más tarde. Los tributos que habían de pagar los valles pirenaicos eran cobrados por cristianos del sur. Esta función, nada agradable para los del norte, escindía cada vez más a ambas zonas, que acabaron por oponerse entre sí, como es obvio. Las tensiones convirtieron al área norte en una zona rebelde en la cual buscaron refugio cuantos se encontraban a mal con las autoridades musulmanas. El sur, en cambio, donde dominan las llanuras de la Hoya y del valle del Ebro, más sujeto, se islamiza pronto y acaba por convertirse en colaborador de los conquistadores. Desde él marcharán expediciones de castigo contra los montañeses que no pagan impuestos, y, siguiendo la costumbre, vuelven a las bases llevando consigo como rehenes a los hijos de las principales familias rebeldes.
¿Cómo alcanzan la independencia? No conocemos el momento en el que lo consiguen, pero sí el mecanismo que, en principio, no es otro que la negativa a pagar los tributos. Pero para que esa negativa fructificara y no acabara todo en una expedición de castigo, hubieron de conjugarse dos circunstancias favorables para los cristianos de las montañas aragonesas: las luchas internas de los musulmanes y la ayuda de los francos.
Animado por los cristianos, Carlomagno trazó el plan del que ya hablamos para asegurarse, como bases ultrapirenaicas frente a los musulmanes, las plazas de Pamplona, Zaragoza y Barcelona. La ocasión se le presentó cuando en el 777 el valí de Zaragoza, ciudad que siempre daría muestras de insubordinación al gobierno central de Córdoba, se presentó ante el rey franco en Paderborn, Sajonia, ofreciéndole la ciudad. Sulaymán ben Al-Arabí, que así se llama este gobernador, había escuchado las sugerencias de un agente de los califas abasíes que le instaba a rebelarse contra Abd Al-Rahmán I. Decidido a efectuar la rebelión, pero en provecho propio, salió a buscar el apoyo de Carlomagno, ejando al cargo de la ciudad a su lugarteniente Al-Husayn. Carlomagno aceptó la propuesta, pues encajaba perfectamente en sus planes, y se puso en marcha con un poderoso ejército formado en dos columnas, una de las cuales se dirigió al Pirineo catalán. La otra, mandada por el propio rey franco, llegó hasta Pamplona, que se le rindió, y luego marchó hacia Zaragoza, acompañado por Sulayman. Pero el lugarteniente de éste se negó a entregar la plaza, por lo que Carlomagno hubo de sitiarla. Después de pasar algún tiempo sin obtener resultados positivos y ante la noticia de una sublevación en Sajonia, levantó el cerco y se dirigió precipitadamente hacia las Galias, tomando el camino del desfiladero de Roncesvalles. Allí le esperaban cierto número de vascones, siempre reacios a cualquier vasallaje, quienes, posiblemente, en unión de algunos musulmanes, ocuparon los principales pasos y esperaron, apostados, a los francos. Lo que luego sucedió, ha sido sin duda, el tema favorito de los romances y cantares de gesta, tan importantes como la Chanson de Roland, obra cumbre de la épica francesa.
De las fuentes árabes y francesas se deduce que después de pasar el ejército de Carlomagno, los emboscados se lanzaron contra su retaguardia, cogiéndola por sorpresa; arrojaron por los barrancos los carros que transportaban sus bagajes y mataron a todos sus componentes. Luego desaparecieron llevándose cuanto botín podían transportar. Aquel día cayeron algunos de los mejores colaboradores de Carlomagno, de aquellos que la literatura gala denomina los "pares de Francia", como los condes Eginaldo y Anselmo y el sobrino del emperador, Rolando o Roldán, duque de Borgoña, que mandaba la retaguardia. Roldan es el héroe sin par de la Chanson de Roland, que hace de él el guerrero invencible, modelo de caballeros, al que, considerándole invulnerable a la espada de los enemigos, hace morir al saltarle las venas mientras tocaba el olifante para pedir auxilio a Carlomagno.
La derrota de Roncesvalles, producto de una emboscada típica de la guerra en las montañas, trajo, como consecuencia, el debilitamiento de toda la zona a uno y otro lados de los Pirineos. Impresionado, el rey de los francos debió de pensar entonces en la conveniencia de tener un estado-tapón al sur de las Galias, por cuyo fin creó el reino de Aquitania, con capital en Toulouse, poniendo en él a su hijo Ludovico Pío. Los monarcas carolingios tampoco abandonaron nunca la idea de poseer una serie de plazas fuertes al sur de la cordillera pirenaica. Por esta casusa siguieron enviando contra ella expediciones.

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