
¿Cómo alcanzan la independencia? No conocemos el momento en el que lo consiguen, pero sí el mecanismo que, en principio, no es otro que la negativa a pagar los tributos. Pero para que esa negativa fructificara y no acabara todo en una expedición de castigo, hubieron de conjugarse dos circunstancias favorables para los cristianos de las montañas aragonesas: las luchas internas de los musulmanes y la ayuda de los francos.
Animado por los cristianos, Carlomagno trazó el plan del que ya hablamos para asegurarse, como bases ultrapirenaicas frente a los musulmanes, las plazas de Pamplona, Zaragoza y Barcelona. La ocasión se le presentó cuando en el 777 el valí de Zaragoza, ciudad que siempre daría muestras de insubordinación al gobierno central de Córdoba, se presentó ante el rey franco en Paderborn, Sajonia, ofreciéndole la ciudad. Sulaymán ben Al-Arabí, que así se llama este gobernador, había escuchado las sugerencias de un agente de los califas abasíes que le instaba a rebelarse contra Abd Al-Rahmán I. Decidido a efectuar la rebelión, pero en provecho propio, salió a buscar el apoyo de Carlomagno, ejando al cargo de la ciudad a su lugarteniente Al-Husayn. Carlomagno aceptó la propuesta, pues encajaba perfectamente en sus planes, y se puso en marcha con un poderoso ejército formado en dos columnas, una de las cuales se dirigió al Pirineo catalán. La otra, mandada por el propio rey franco, llegó hasta Pamplona, que se le rindió, y luego marchó hacia Zaragoza, acompañado por Sulayman. Pero el lugarteniente de éste se negó a entregar la plaza, por lo que Carlomagno hubo de sitiarla. Después de pasar algún tiempo sin obtener resultados positivos y ante la noticia de una sublevación en Sajonia, levantó el cerco y se dirigió precipitadamente hacia las Galias, tomando el camino del desfiladero de Roncesvalles. Allí le esperaban cierto número de vascones, siempre reacios a cualquier vasallaje, quienes, posiblemente, en unión de algunos musulmanes, ocuparon los principales pasos y esperaron, apostados, a los francos. Lo que luego sucedió, ha sido sin duda, el tema favorito de los romances y cantares de gesta, tan importantes como la Chanson de Roland, obra cumbre de la épica francesa.
De las fuentes árabes y francesas se deduce que después de pasar el ejército de Carlomagno, los emboscados se lanzaron contra su retaguardia, cogiéndola por sorpresa; arrojaron por los barrancos los carros que transportaban sus bagajes y mataron a todos sus componentes. Luego desaparecieron llevándose cuanto botín podían transportar. Aquel día cayeron algunos de los mejores colaboradores de Carlomagno, de aquellos que la literatura gala denomina los "pares de Francia", como los condes Eginaldo y Anselmo y el sobrino del emperador, Rolando o Roldán, duque de Borgoña, que mandaba la retaguardia. Roldan es el héroe sin par de la Chanson de Roland, que hace de él el guerrero invencible, modelo de caballeros, al que, considerándole invulnerable a la espada de los enemigos, hace morir al saltarle las venas mientras tocaba el olifante para pedir auxilio a Carlomagno.
La derrota de Roncesvalles, producto de una emboscada típica de la guerra en las montañas, trajo, como consecuencia, el debilitamiento de toda la zona a uno y otro lados de los Pirineos. Impresionado, el rey de los francos debió de pensar entonces en la conveniencia de tener un estado-tapón al sur de las Galias, por cuyo fin creó el reino de Aquitania, con capital en Toulouse, poniendo en él a su hijo Ludovico Pío. Los monarcas carolingios tampoco abandonaron nunca la idea de poseer una serie de plazas fuertes al sur de la cordillera pirenaica. Por esta casusa siguieron enviando contra ella expediciones.
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