15 jul 2014

ORGANIZACIÓN DEFINITIVA DEL ESTADO VISIGODO (IV)

Más estrecha dependencia del rey guardó otrocolaborador imprescindible, la Iglesia católica, sobre todo después de la conversión de Recaredo. esa dependencia se extiende no sólo al nombramiento de los prelados, sino también a una interacción constante en las respectivas esferas de competencia. El rey convocaba los concilios y les daba fuerza legal, atendiendo más a conveniencias propias que a las necesidades del pueblo cristiano. La excomunión se convierte con frecuencia en un arma política también a su servicio. Por su parte, los obispos alternan su función puramente pastoral con misiones temporales que los reyes les encomiendan. No sólo elaboran la doctrina sobre la realeza y participan en la elección de los reyes. En sus diócesis actúan de supervisores sobre los jueces y agentes del fisco, imponiéndose graves penas a quienes descuidan esta obligación. Cada día, los límites entre la jurisdicción real y la eclesiástica aparecen más borrosos. La jerarquía católica termina casi siempre por convertirse en una pieza más de la organización política y administrativa del Estado visigodo. Lo mismo ocurría en los demás reinos germánicos de Occidente. Por lo demás no tenía nada de extraño, ya que en este punto confluían el cesaropapismo romano y la tradición germánica, donde los reyes habían sido siempre los jefes de la iglesia arriana de su pueblo. Pero en la España visigoda no se llegó a crear una iglesia nacional. en cambio, notamos dos fenómenos importantes. El primero es la entrada de los godos a formar parte de la jerarquía católica. En el año 610, al celebrarse un concilio bajo Gundemaro, no había ni un solo obispo que tuviera nombre germánico. Veinte años después, en el IV Concilio de Toledo, formaban ya la cuarta parte del total de los asistentes. Esto denota un gran interés por parte de los godos por ocupar estos importantes cargos en la vida del Estado. El segundo hecho digno de mención es el aflojamiento de las relaciones con Roma a raíz de la conversión al catolicismo. Da la sensación de que los reyes, tras hacerse católicos, sintieron recelo de una excesiva dependencia de Roma, por lo que esto pudiera significar de subordinación al Imperio Bizantino, que, a los ojos de los pueblos germánicos, seguía identificándose con la romanidad. No hubo en modo alguno ruptura con el papado, cuya autoridad suprema se reconocía de buen grado; pero debido a la circunstancias indicadas, las relaciones no fueron excesivamente cordiales ni frecuentes.

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