
Mientras Musa marchaba hacia Toledo, Tariq salió a recibirle hasta Almaraz. Éste fue reconvencido por su temeridad; pero lo cierto era que en aquellos momentos la mitad sur de la Península estaba en poder de los musulmanes. Los rodriguistas, únicos que ofrecían resistencia en las ciudades, desparecerían o buscarían refugio huyendo hacia el norte. Musa exigió a Tariq que le entregara el botín acumulado, del que la parte más importante la constituían las joyas y diademoas recogidas en Toledo y, sobre todo, la "Mesa de Salomón", de oro macizo con incrustaciones de piedras preciosas, que motivaría luego en Damasco una curiosa anécdota. Sospechaba Tariq que Musa intentaría atribuirse ante el califa la gloria de la conquista de España y la toma de su capital. Por este motivo, al serle requerida la mesa, le quitó una de sus patas y la ocultó. Cuando más tarde ambos conquistadores se presentaron al califa, los temores de Tariq se confirmaron. Musa entregó la mesa como botín logrado por él, pero su lugarteniente presentó la pata sustraída y pudo así demostrar la parte que le correspondía de los triunfos militares obtenidos.
Musa, Tariq y los hijos del primero, mientras invernaban en Toledo debieron trazar un plan conjunto destinado a completar el sometimiento de la Península. De allí salieron tres expediciones en dirección a otros tantos puntos en los que aún quedaban zonas insumisas. el hijo de Musa, Abd Al-Aziz, marchó desde Mérida a la regón sudoccidental, sometiendo Huelva, Ossonoba (Faro), Pax Julia (Beja) y Lisboa, que se entregó sin resistencia. Musa y Tariq tomaron juntos la calzada romana que por Sigüenza y Calatayud conducía a Zaragoza, que fue sometida en el año 714, con lo que el valle medio del Ebro quedaba en su poder también. A partir de aquel momento, al parecer, las tropas se dividieron. Musa tenía prisas por terminar la conquista de España. Los embajadores que había enviaro al califa para notificarle lo sucedido acababan de regresar a España con la orden de que los dos caudillos, Musa y Tariq, acudiesen a Damasco a rendir cuentas personalmente de lo que habían hecho. Musa convenció a los embajadores de la conveniencia de terminar la conquista. Tariq se encargó del Alto Aragón y es posible que intentara internarse en Cataluña llegando, según algunos autores, a tomar Barcelona y Tarragona. Él o Musa recibieron la sumisión del conde Casio, un romano que gobernaba en Borja o Tarazona, quien, además, abrazó el islamismo y se hizo cliente originando la dinastía de los Banu Qasi, que durante varios siglos mantendría el poder en aquella zona del valle del Ebro. Musa avanzó por Alfaro y Calahorra, llegó a León y Astorga y, por el Bierzo marchó hacia Galicia. En Lugo recibió la sumisión de los cristianos de esta región, que fueron tratados benévolamente. Recinió allí también al embajador del califa que le conminaba para que, sin ninguna excusa, acudiera a Damasco. Musa descendió posiblemente por la Vía de la Plata. En compañía de Tariq, argados de un rico botín, tomó el camino de Damasco a través de África del Norte, cuando comenzaba el otoño del 714. Mal recibiemiento esperaba en la capital del califato al conquistador de España. Bien por envidia, bien por malversación de fondos, fue condenado por un nuevo califa, Sulaymán, a morir crucificado. Aunque la pena se le conmutó por el pago de una enorme suma, no se le permitió regresar ya a España y poco después murió asesinado en una mezquita de Damasco.
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