23 jun 2014

LEOVIGILDO, CREADOR DEL ESTADO VISIGODO

Leovigildo pasa po ser el más grande de los reyes arrianos y aun de todos los visigodos españoles. No sólo contuvo la disgregación que amenazaba con fragmentar la Península en diminutos estados, sometiendo a la autoridad central la mayor parte del territorio, sino que llevó a cabo una importante labor organizadora de la nación y, sobre todo, un intento de captación de ambas poblaciones - godos y católicos - en torno a su real persona y a la de sus sucesores, que lo convierten en creador de la nacional hispanogoda. El hecho de que un católico como Juan de Bíclaro, al que persiguió por no abrazar el arrianismo, prorrumpa en continuos elogios a su monarca, indica bien a las claras hasta qué puntoéste hizo sentir entre sus súbditos el sentimiento nacionalista, que hasta entonces sólo había alentado débilmente algún que otro escritor. Bien es cierto que no todo fueron éxitos para Leovigildo en este afán integrador de sus dominios. La rebeldía de su hijo Hermenegildo fue la más dura espina que quedó clavada en el corazón del rey, junto con otros fracasos no del todo ajenos a ella, como el de la unificación religiosa y los escasos éxitos obtenidos en el terreno militar ante lo vascos y los bizantinos.
Para promover entre sus súbditos el ideal nacionalista, Leovigildo hubo de atraerse a las dos poblaciones que convivían sobre el territorio nacional. El problema se centraba, naturalmente, en los hispanorromanos. Las afinidades históricas que unían a éstos con los bizantinos hacía sumamente peligrosa la presencia de los soldados de Justiniano en el sur de España, no sólo desde el punto de vista militar, sino, sobre todo, por la nostalgia que a través de ellos podía despertar el mundo bizantino sobre los españoles. De ahí que toda la política del rey godo se encaminase a presentar a los bizantinos como extranjeros, no obstante esas afinidades, y a paliar el brillo seductor de Constantinopla creando una corte lujosa en Toledo, dotada de un ceremonial que establecía distancias entre sus súbditos y el rey. Éste dejaba de ser el caudilo de estilo germánico, accesible a todos, y comenzó a rodearse de la maiestas bizantina, que lo convierte en persona sagrada, intermediario de Dios y, por lo tanto, superior al resto de los hombres. Es posible que Leovigildo no comprendiera todos estos simbolismos, pero tampoco importaba demasiado. Adoptó los atributos de la realeza bizantina, vistió el manto púrpura, empleó el trono regio y se volcó en otros muchos detalles. Con ello sólo quería que los hispanorromanos apartasen sus ojos de Bizancio y lo vieran a él como único monarca. Y lo cierto es que lo consiguió. Él mismo se preocupó de borrar de su reino todo signo de subordinación al Imperio. Sin duda, el gesto más importante en este sentido fue el cambio de moneda. Leovigildo ordenó sustituir las bizantinas que circulaban por otras de la misma ley y peso - lo que demuestra que el cambio no obedecía a razones económicas -. Las nuevas acuñaciones suprimían toda alusión a los emperadores, y en su lugar llevaban la imagen del rey visigodo, su nombre y el de la ceca que las fabricaba. Era el primer rey germánico que figuraba en las monedas. Finalmente, Leovigildo pasó por alto la conducta de los reyes anteriores, que consideraban atributo exclusivo de los emperadores la facultad de dar edictos (leyes generales), y legisló para su reino siempre que fue menester. Nada quedaba ya, salvadas las proporciones, que lo distinguiera de los emperadores romanos. Estaba naciendo España...


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