7 abr 2014

LA GUERRA DE NUMANCIA: CÓMO PERDIERON LOS NUMANTINOS

Numancia sólo contaba con unos 4.000 hombres capaces de empuñar las armas. Además, había en la ciudad unas 6.000 personas más entre mujeres, ancianos y niños. Los víveres no eran suficientes para permitir una prolongada resistencia. Los ataques que se realizaron contra las líneas romanas resultaron del todo inútiles, tantos eran los obstáculos que encontraban a su paso. en primer lugar, la primera de todas las empalizadas construidas en la primera noche; luego los ríos, el foso, el terraplén, la segunda empalizada, la muralla, las tropas que la guarnecían y, para terminar, los siete cuerpos volantes dispuestos a correr al lugar de peligro en cuanto el telégrafo óptico diese la alarma. A pesar de todo, el cerco fue burlado por uno de los jefes arévacos, Rectúgenos, que con unos pocos más logró atravesar de noche todos los obstáculos. Incluso consiguieron pasar sus caballos al otro lado de la muralla mediante pasarelas de madera y, cuando se dio la alarma, ya cabalgaban los fugitivos por el campo abierto en busca de ayuda. Nadie les escuchó. Lutia, ciudad en que los jóvenes parecieron animados a socorrer a los sitiados, fue duramente castigada durante la mañana siguiente por la caballería romana: Escipión mandó cortarles la manpo derecha a unos 400 hombres.
En la primavera del 133 a. de C. la situación era absolutamente desesperada. Los numantinos enviaron a Escipión emisarios para negociar la rendición, pero el romano exigió que entregasen las armas. Al saberlo, los numantinos se enfurecieron hasta el punto de que lincharon a sus propios emisarios por creerles traidores.
Apiano nos lo cuenta mejor que nadie:
"Poco tiempo después, faltos los numantinos de todo alimento (...) comieron primero los cueros cocidos. Pero luego, carentes también de pieles, se alimentaron con carne humana, en un principio la carne de los que morían y que cocinaban en pedazos. Mas luego, desdeñando la de los enfermos, se entregaron los más robustos a matar a los más débiles. Ninguna calamidad les faltó. Enfurecidos los ánimos por esta clase de alimento, por el hambre y la peste, sus largas cabelleras y el abandono de su cuerpo, acabaron de darle aspecto como de fieras. en este estado se pusieron de nuevo en tratos con Escipión, que les mandó que aquél mismo día llevasen las armas al lugar convenido, y que al día siguiente se presentasen ellos en otro lugar. Pero los numantinos pidieron un día más de plazo para poder disponer de su muerte. Convenida la rendición, los que así lo prefierieron, se dieron muerte, cada cual a su manera. Los restantes acudieron al tercer día al lugar designado. ¡Qué espectáculo más horripilante y extraordinario ver aquellos cuerpos sucios, cubiertos de vello, llenos de inmundicia; ver aquellas uñas largas; respirar aquel hediondo olor que despedían; mirar los andrajos que de ellos colgaban, tan sucios y fétidos como sus cuerpos! Así aparecieron ante sus enemigos, inspirándoles compasión. Pero su aspecto era aún más temible, pues en sus rostros asomaba la ira, la fatiga y el remordimiento por haber devorado a sus semejantes".Esto ocurría a finales de julio del 133. Numancia se rindió si haber sufrido ni un solo ataque frontal en los ocho meses que duró el sitio. No hubo suicidio en masa - como se suele decir - ni holocausto provocado por los defensores de la ciudad. Escipión no encontró en la ciudad ni ajuares ni riquezas, por lo que apenas pudo premiar con unos pocos denarios a sus soldados. La población numantina fue vendida en los mercados de esclavos, menos 50 que Escipión conservó para lucirlos en Roma el día de su triunfo. Desppués dio la orden de quemar la ciudad y el lugar fue declarado maldito prohibiéndose reedificar sobre sus cenizas.
El heroísmo de los arévacos no hay que buscarlo en el desenlace final, sino en la lucha tenaz que durante muchos años mantuvieron contra las injusticias y traiciones de que fueron víctimas por parte de Roma.
Al mismo tiempo que se desarrollaba la guerra numantina, el procónsul de la Ulterior, Decio Julio Brutos sometió el resto de las tierras meseteñas lusitanas. En el 137 ocupó el territorio comprendido entre los ríos Duero y Miño. Gran parte de Galicia quedó en poder de Roma. Una comisión de decenviros fue enviada a Hispania para que organizase la administración en los territorios recientemente sometidos. Después de estos hechos sólo se registraron en el país ocupado algunas revueltas locales que pronto fueron sofocadas. La mayor parte de Hispania quedó así incorporada a Roma y, en adelante, su historia correría paralela a la misma.
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