20 mar 2014

ROMA CONQUISTA LA MESETA CENTRAL (II): UN CUENTO DE VIRIATO

Desde el punto de vista de sus antagonistas, la conquista romana fue contemplada desde muy diversos ángulos. Hubo comunidades que vieron en la penetración romana la pérdida de su independencia, de sus instituciones, de su cultura ancestral. Otras consideraron a los romanos como el aliado poderoso que les ayudaría a liquidar de una vez por todas las rencillas mantenidas tradicionalmente contra sus molestos vecinos (¿cuándo no son molestos los vecinos?). Algunos sectores comprendieron que la presencia romana era la única autoridad capaz de llevar a cabo un reparto equitativo de la tierra. Por el contrario, otros sintieron amenazada su libertad para saquear y robar impunemente a quienes les habían obligado a echarse al monte o, simplemente, a cualquier población próspera y tranquila. Los hubo que incluso fluctuaron entre el partido pro-romano y el anti-romano y terminaron en una situación semejante a la del protagonista de un cuentecillo que Diodoro atribuye a Viriato:

" ... como los habitantes de Tucci (Martos, Jaén) no observasen sus compromisos de fidelidad, antes bien, tan pronto se inclinaban a la parte de los romanos como a la suya prpia, les refirió Viriato cierta fábula, no desprovista de ingenio, con el fin de poner en evidencia al mismo tiempo la inconstancia hacia su causa. Contóles lo que aconteció con un hombre ya ni joven ni viejo, que tomó dos esposas; la más joven, con el deseo de hacerle más semejante a sí misma en apariencia de edad, le iba quitando los pelos canos de la cabeza, al tiempo que, con el mismo propósito, la de más edad le arrancaba los negros; de modo que, en poco tiempo, depilado por ambas, quedóse finalmente calvo. Lo mismo había de ocurrirles también a los habitantes de Tucci, pues como los romanos mataban a los que militaban en su partido y los lusitanos, a su vez, mataban a los que figuraban como enemigos suyos, pronto habría de verse la ciudad despoblada".

Las correrías de los lusitanos por la provincia Ulterior adquirieron especial intensidad en el año 155, fecha en que numerosos grupos de lusitanos, vetones y aliados, cayeron sobre el valle del Guadalquivir, dirigidos por un caudillo llamado Púnico. Después de derrotar a varios ejercitos romanos, atravesaron toda la provincia hasta llegar a las costas mediterráneas, donde los defensores de una ciudad romana dieron muerte de modo casual a Púnico, de una pedrada en la cabeza.
Los lusitanos eligieron un nuevo jefe, Cesáreo, y prosiguieron la guerra. Ante los éxitos de los lusitanos, los celtíberos comenzaron a levantarse. Roma decidió reprimir enérgicamente la revuelta. Como no era aconsejable esperar hasta el 15 de marzo (fecha en que comenzaba el año romano y en que se elegían a los dos cónsules), se decidió adelantar tanto las elecciones como el comienzo del año al mismo día primero de enero (POR PRIMERA VEZ EN LA HISTORIA: de ahí que sea éste y no otro el día que inaugura cada año desde hace tantos siglos).

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