El general Zumalacárregui, por orden de don Carlos, puso sitio a Bilbao, pero cayó herido y muerto el 24 de junio de 1835 en Cegama a consecuencia de la explosión de una granada enemiga. Los carlistas se retiraron, si bien poco después volvieron a sitiar dicha plaza con nuevas fuerzas.
Pero el general isabelino Baldomero Espartero les hizo levantar el sitio después de sangrientas y enconadas luchas con el glorioso triunfo de Luchana. Siguieron otras victorias isabelinas, entre ellas las de Arlabán y Ramales, hasta que, exhausto ya de fuerzas el carlismo, aceptó el Convenio de Vergara, ajustado por el liberal Espartero y el carlista Maroto en nombre de ambos bandos, y firmado el 31 de agosto de 1839. Dicho convenio puso fin a la guerra, abrazándose ambos generales ante sus tropas como símbolo de paz y de sometimiento a la legalidad existente, personificada en la pequeña Isabel II.
El titulado rey Carlos V se refugió en Francia, mientras su causa seguía siendo defendida en el Levante durante diez meses más por el "Tigre del Maestrazgo", el general Cabrera.
Un famoso guerrillero fue Martín Zurbano, cuyo concurso fue de gran valía para contrarrestar el ímpetu y audacia de los cabecillas carlistas.
Durante la acción de Garraleta, el general Espartero avanzó con tal ímpetu sobre el enemigo, que Córdoba, entonces general en jefe del ejército liberal, partido acaudillado por O'Donell, para detenerlo en su marcha envió a dos ayudantes con la orden siguiente: "si fuese necesario, agarradle los faldones de la levita".
El general Espartero obtuvo al final de la guerra carlista los títulos de Conde de Luchana y de Morella y Duque de la Victoria.
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