Los alojamientos de tropas en las comarcas fronterizas de Cataluña y en la ciudad de Barcelona durante las largas guerras que se sostuvieron con Francia en este reinado produjeron choques entre los soldados y los campesinos catalanes -payeses- en el Ampurdán y en la capital catalana. Estos altercados fueron la causa principal, junto con el descontento producido por los rumores de que iban a abolirse los fueros del condado y la imposición de nuevos tributos, de la sublevación de Cataluña.
La rebelión comenzó con un motín provocado el día del Corpus en Barcelona, en el que encontró la muerte e virrey, conde de Santa Coloma. El día de la revuelta, llamado "Corpus de Sangre", se unieron grandes cantidades de segadores, entonando una canción popular que sigue siendo el himno de esta Comunidad Autónoma, que reavivaba su espíritu regionalista como protesta contra el centralismo.
La desesperación llegó hasta el punto de que los sublevados pidieron auxilio a Francia para iniciar la resistencia. El rey de Francia, Luis XIII, envió las tropas solicitadas.
Sitiada Barcelona por el marqués de los Vélez, la pasión de la lucha echó a Cataluña en manos de los franceses, reconociendo entonces a Luis XIII de Francia como Conde de Barcelona.
Los defensores de la ciudad obligaron a los Vélez a retirarse y, alentados por la llegada de un ejército francés de refuerzo, continuaron la batalla. Sin embargo, los franceses, aprovechando las circunstancias ocuparon el Rosellón (la Cataluña francesa), que se perdió para siempre. Por este acto, los galos se hicieron bien pronto odiados e intolerables, lo que vino a favorecer a las tropas reales para que se apoderaran de Lérida. El conde de Harcourt y el famoso general príncipe de Condé intentaron en vano recobrarla.
Cada vez cundía más la indignación contra Francia y en Barcelona se conspiraba en favor de España en un nuevo cambio de actitud. Al frente de esta reacción operada contra los franceses se puso una dama llamada Hipólita Aragón, baronesa de Alty, que formó una conjura para dar muerte a los principales afrancesados, sin exceptuar a su marido, que figuraba entre ellos. Pero, descubierto el plan, fue desterrada por el virrey francés.
En estas circunstancias, las tropas reales mandadas por don Juan José de Austria, hijo natural de Felipe IV, que acudió también personalmente a Cataluña, hicieron un supremo esfuerzo volviendo a poner cerco a Barcelona, que fue tomada después de quince meses de asedio, sometiéndose poco después toda Cataluña, cuyos fueros confirmó Felipe IV.
La sublevación de Cataluña fue la causa próxima de otra más grave producida en Portugal, pues estalló al darse la orden de que las tropas marchasen a reforzar el ejército real que luchaba en aquella región.
La conspiración, preparada y dirigida por Pinto Ribeiro, mayordomo de la casa de Braganza, estalló en Lisboa, siendo aclamado rey el duque de Braganza, con el nombre de Juan IV, que fue inmediatamente reconocido por Francia, Holanda e Inglaterra.
Dícese que como Juan IV no quisiera, en un principio, ponerse al frente del movimiento, su esposa que era hija del duque de Medina Sidonia, terminó diciéndole:
-Mejor quiero ser reina una hora que duquesa toda la vida.
La sublevación de Portugal fue comunicada a Felipe IV por su adulador favorito de la siguiente forma:
-El duque de Braganza ha perdido el juicio; acaba de hacerse proclamar rey de Portugal, y esta locura dará a V.M. algunos millones de sus haciendas.
El monarca se limitó a contestar:
-Pues es necesario poner remedio.
España sostuvo una larga guerra; pero no pudo evitar la emancipación del territorio portugués, que a partir de entonces y hasta la fecha constituyó un país independiente.
Con Portugal se separaron del Imperio español todas las colonias portuguesas, con la excepción de Ceuta.
También Andalucía intentó seguir el ejemplo de Cataluña y Portugal, pues el duque de Medina Sidonia fraguó planes que tendían a convertir la antigua Bética romana en otro estado independiente; pero descubierta la conspiración fueron condenados a muerte el marqués de Ayamonte y otros personajes comprometido, y el duque de Medina Sidonia perdonado por ser pariente de Olivares (¡ay, cómo tira la familia!).
Igualmente se tramó en Aragón una conspiración para proclamar rey al duque de Hijar, que al ser descubierta fue causa de severos castigos, siendo el propio duque condenado a prisión perpetua.
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