11 oct 2013

LA LEY SÁLICA, ALBERONI Y JOSÉ PATIÑO

Afianzado ya en el trono Felipe V, publicó la Ley Sálica, la cual excluía del trono a las mujeres.  Esto era contrario a las leyes y costumbres de Castilla.  El Consejo de Castilla, a quien se le consultó sobre esta novedad, propuso lo siguiente:

"Para mayor validez y firmeza y para la universal aceptación, es necesario que asista a la formación de esta ley todo el reino, reunido en Cortes."

A pesar de este dictamen, el rey, por medio de un auto acordado, derogó las antiguas leyes, "porque así era su voluntad", como decía el decreto por el cual quedó adoptada la forma agnaticia para la sucesión a la Corona.
Al morir María Luisa de Saboya, primera esposa de Felipe V, éste expulsó del reino a su camarista, la princesa de Ursinos, que ejercía una gran influencia en la corte.
Ana María de Tremouille, princesa de Ursinos, llamada así por el apellido de su segundo esposo, Flavio Orsini, fue una  dama francesa que dirigió la política de España en los catorce primeros años del siglo XVIII, desempeñando el cargo e camarera mayor de la reina María Luisa.
Felipe V contrajo nuevo matrimonio, esta vez con la italiana Isabel de Farnesio, mujer ambiciosa que fácilmente dominó al abúlico monarca, orientando su política, dirigida por el cardenal Alberoni, a recobrar los territorios perdidos en Italia, no para unirlos de nuevo a España, sino para hacer de ellos reinos independientes donde habían de reinar sus hijos, ya que a los de la primera esposa, María Luisa, les correspondía heredar el trono de España.
Julio Alberoni había nacido en Fiorenzuola (Italia) el año 1664, siendo su padre un humilde jardinero.  Con la protección del obispo de Plasencia siguió la  eclesiástica y entró al servicio del duque de Vendome, con quien llegó a España en 1711, granjeándose el afecto de la princesa de los Ursinos, y mediante ella la privanza del rey, por quien obtuvo el birrete cardenalicio.
No puede negarse que el cardenal Alberoni impulsó en España el renacimiento del poderío naval, implantando en las costas españolas los Arsenales de Estado, para cuya empresa comisionó a su antiguo compañero de carrera, José Patiño, nombrándole al efecto Intendente General de la Marina y siendo luego primer ministro de dicho ramo, creado en 1712.
Las tropas españolas desembarcaron por sorpresa y reconquistaron las islas de Cerdeña y Sicilia.  Entonces, las grandes potencias formaron la Cuádruple Alianza y, destrozando la escuadra española en Siracusa, invadieron el territorio nacional por la zona del País Vasco, obligando a Felipe V a pedir la paz.
Se le concedió bajo la condición de alejar de España al ministro Alberoni, el cual volvió a su país natal.
Disgustado Felipe V por estos y otros contratiempos, abatido por su invencible melancolía y deseoso tal vez de quedan en aptitud para ocupar el trono de Francia, si lo dejaba vacante Luis XV, cuya vida amenazaba por entonces una grave dolencia, abdicó la corona en su hijo Luis, y casado con una princesa de su familia, se retiró al Real sitio de San Ildefonso o La Granja, que él había fundado a imitación de Versalles, para mitigar su nostalgia.

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