Varias provincias de España, en especial las que formaban parte de la antigua corona de Aragón, se pronunciaron también por el archiduque de Austria, siendo la primera Cataluña, en cuya capital se proclamó rey. Sin embargo, muchos pueblos se mantuvieron fieles a la causa de la legitimidad. En estas angustiosas circunstancias Felipe V conquistó el sobrenombre de "Animoso" por el valor que demostró al defender su causa. Espíritu no menos decidido mostró su digna esposa, María Luisa de Saboya, haciéndose por ello tan popular que se ponían en sus labios estos versos de una antigua canción:
...Yo no soy reina;
soy mujer de un soldado
que va a la guerra.
También se le atribuye la siguiente frase:
-Yo no tengo más voluntad que mi deber.
Y así fue, pues se consagró con tal abnegación a los asuntos de Estado que incluso se abstenía de toda diversión y de los paseos.
Triunfantes los austriacos por todas partes, invadieron Castilla y entraron en la corte, aunque tuvieron que evacuarla pronto, siendo derrotados por el duque de Berwick y Alba, caudillo del ejército franco-español, en la batalla de Almansa (1707).
Después de otras muchas alternativas, el archiduque, derrotado por el duque de Vendome en la decisiva batalla de Villaviciosa, fue llamado a ceñir la corona de Alemania por muerte de José I, con lo cual abandonaron la guerra Inglaterra y Holanda, firmándose después los tratados de Utrecht y Rastadt (1713).
En virtud de estos tratados España perdió sus posesiones de Italia, los Países Bajos, Menorca y Gibraltar. Los Países Bajos, el Milanesado, Nápoles, Toscana y Cerdeña fueron cedidos a Austria; Sicilia al duque de Saboya; y Menorca y Gibraltar a Inglaterra. Orán, perdido también, fue luego reconquistado por el marqué de Santa Cruz de Marcenado, quedándose allí como gobernador, pero fue asesinado por los moros en 1732.
Cataluña, que continuó todavía resistiéndose hasta que las tropas reales entraron al asalto en Barcelona, fue castigada con la pérdida de sus fueros y con un régimen de terror.
La supresión de los fueros y el régimen terrorista impuesto entonces en Cataluña se recuerda todavía como uno de sus mayores agravios contra el gobierno de Madrid.
Entre las humillantes y vejatorias medidas adoptadas por Felipe V para castigar a los catalanes se cuenta la de prohibirles el uso de las cuchillas de cortar pan, como no las tuvieran sujetas con una cadena a las mesas; porque en la guerra habían empleado como armas tales cuchillas que eran de gran tamaño, en relación con el volumen de los panes que entonces se elaboraban, particularmente en las masías y pequeños lugares.
También se suprimió la tradicional institución de los "somatenes", de que ya se hace mención en el Código de Usatges; pero esta popular milicia renació briosa en la guerra de la Independencia, batiéndose gloriosamente en los desfiladeros del Bruch.
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