Pero los grandes intervalos de paz que estas calamitosas guerras dejaban a la nación, fueron aprovechados por Carlos III para dictar medidas útiles y beneficiosas, promoviendo el ornato público y la higiene y levantando en Madrid los mejores edificios públicos que existen hoy.
A este monarca se debe el alumbrado y limpieza de las calles, que antes estaban a oscuras y llenas de inmundicia. Y sin embargo, todas sus mejoras fueron abiertamente resistidas, por lo cual solía comentar el rey:
-Mis súbditos son como los niños, que lloran cuando les asean.
Entre las innumerables disposiciones adoptadas para el desarrollo de la riqueza pública se cuentan: la repartición de los terrenos baldíos; la repoblación de Sierra Morena; la creación de las Sociedades Económicas de Amigos del País con objeto de fomentar la producción y la cultura; el fomento de la Marina, que alcanzó entonces su mayor poderío y otras muchas reformas y mejoras.
Pero el ministro siciliano Esquilache, que vino con Carlos III desde Nápoles, intentó prohibir en España el uso de la capa larga y el sombrero chambergo, medidas que produjeron el famoso motín que arrancó al monarca la destitución y el destierro del impopular consejero italiano.
Esquilache fue quien estableció en España el juego de la Lotería, importado de Italia. El primer sorteo se llevó a cabo el 10 de diciembre de 1763. Dicha lotería fue la que luego se llamó Antigua o Primitiva, para distinguirla de la que aún subsiste con el nombre de Lotería Nacional, que fue creada por las Cortes de Cádiz.
La Lotería Primitiva, que constaba sólo de 90 números, de los cuales se extraían cinco premiados, quedó suprimida en 1862.
Resulta curioso recordar que después del motín de Esquilache y con mayor habilidad se llevó a cabo el reemplazo del chambergo por el sombrero de "medio queso".
También se proyectó, bajo los auspicios del célebre ministro Floridablanca, la creación de un traje nacional para las damas, con el fin de rechazar las costosísimas modas francesas, y en cuyo adorno no habían de entra manufacturas extranjera, para proteger la abatida industria textil española. Sin embargo, tal reforma, que entrañaba una renovación de las leyes suntuarias con objeto de reprimir el lujo, fracasó rotundamente.
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