En las luchas de los Países Bajos, el marqués de Spinola se cubrió de gloria con la toma de Ostende. Ambrosio Spinola, marqués de Spinola, era natural de Génova, donde vio la luz en 1569. Siguiendo el ejemplo de su hermano Federico, que estaba al servicio de España como marino, organizó a sus expensas un ejército de nueve mil voluntarios y los llevó hasta los Países Bajos.
Felipe III le otorgó el nombramiento de general y alcanzó una gran reputación militar. Murió en 1630 y Velázquez le inmortalizó en el cuadro "La Rendición de Breda".
Sin embargo, no sólo se preocuparon de hacer guerras, sino también de enviar embajadas suntuosas a príncipes asiáticos. La principal fue la dirigida en 1604 al célebre Sha Abdas, rey de Persia, a quien se le llamaba "Sombra de Dios". La embajada española entregó al príncipe asiático varios arcabuces y otras piezas de la Armería Real.
En la invasión del Milanesado por parte del duque de Saboya habían tomado parte indirectamente los venecianos. Temiendo la venganza de España, y deseando dejar mal a ésta en Europa, se inventó la llamada Conjuración de Venecia. Se supuso, y así lo sostenía el gobierno de la República, que el duque de Osuna, virrey de Nápoles, y el embajador de España, habían concertado promover un motín en Venecia a favor del cual, desembarcando tropas españolas, se apoderaron por sorpresa de la ciudad. Con tal pretexto fueron perseguidos y castigados, como si fueran cómplices de la trama, muchos extranjeros. Uno de los que estuvieron en mayor peligro fue Francisco de Quevedo, íntimo amigo y confidente del duque de Osuna, que se encontraba entonces en Venecia.
Se cuenta que Quevedo pudo salvarse gracias a que hablaba el italiano sin el más mínimo acento extranjero y pasó por natural del país. Aunque el vulgo consideró a Francisco de Quevedo como un bufón de la corte y le adjudicó la paternidad de casi todos los chistes indecentes y obscenos que corrían por España, fue un grave hombre de Estado y un buen patricio del rey.
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