15 jun 2013

PAPEL DE LA IGLESIA EN LA SOCIEDAD MEDIEVAL

Grande fue la participación que tuvo la Iglesia católica en la organización de la sociedad civil que surgió de la Reconquista, pues el templo resume toda la vida de aquella época.
En los comienzos, la Iglesia tuvo cierto carácter autonómico.  Luego adoptó el rito romano, conservándose el nacional o gótico entre los mozárabes.  Se fundaron varias órdenes religiosas, entre ellas la de Predicadores y las consagradas a la redención de cautivos.  Las Órdenes de Predicadores, Trinitarios y de la merced, se debieron respectivamente a Santo Domingo de Guzmán, San Juan de la Mata y San Pedro Nolasco. Las Órdenes fundadas por los últimos son ambas "redentoristas", pues tenían por objeto el rescate o redención delos cautivos en manos de los infieles.
Sin duda fue la Iglesia el arca santa donde se salvaron los restos de la antigua cultura, pues el clero guardaba, juntamente con el depósito de la religión, el tesoro de las letras.  La Iglesia católica, cuya importancia cultural y social fue capital durante toda la Edad Media, conservó o restauró en todos los Estados cristianos españoles su organización de la época visigoda.  Y en los frecuentes Concilios celebrados hasta el siglo XI, se trataban, como en los de Toledo, los asuntos eclesiásticos y también políticos y civiles.
Pero al final de dicho siglo la influencia del Pontificado comienza a ser más directa, interviniendo los Papas en el nombramiento de obispos y otras jerarquías eclesiásticas.  Este mayor influjo del pontificado en la Iglesia española fue defendido por los monjes de la Orden de Cluny, los cuales consiguieron también la abolición del rito mozárabe y la implantación en España del rito romano.
Recordemos que se impuso dicho rito a toda la Iglesia por el papa Gregorio VII, gran reformador de la misma. Hildebrando, antes de llegar al pontificado, fue monje de la orden cluniacense.
Los monjes de Cluny, como después la Orden del Císter, contribuyeron a poner en contacto el arte y la cultura españoles con los de Europa occidental.  Uno de los santuarios más venerados -y lo sigue siendo- fue el del sepulcro del Apóstol Santiago de Compostela, que atrajo desde el siglo XI a multitud de peregrinos de distintos y a veces lejanos países, principalmente de Francia, por lo que la ruta más frecuentada que seguían estos peregrinos fue la llamada "camino francés".  Seguía dicho camino, una vez pasado Roncesvalles, las ciudades y monasterios de Estella, Burgos, Frómista, Sahagún, León y Astorga.
Los monarcas castellanos se preocuparon de que dicho camino ofreciera seguridad y los monjes cliniacenses construyeron monasterios y hospederías a lo largo del mismo.  El gran organizador de las peregrinaciones a Santiago, en el siglo XIII, fue el famoso don iego Gelmírez, primer arzobispo de Compostela, quien intervino activamente en la política castellana, en tiempos de la reina doña Urraca.
Peregrinos a Santiago de Compostela fueron, en diferentes épocas, el rey Luis XI de Francia, la reina Margarita de Suecia y el pintor flamenco Van Dyck.
Merece recordarse que el conde de Castilla Garci-Fernández (970-995) contrajo matrimonio con una señora francesa llamada doña Argentina, a la que conoció precisamente durante la peregrinación de esta dama a Compostela.  Las peregrinaciones a Santiago pusieron en contacto la cultura y el arte españoles con los del resto de Europa, y fueron verdaderas rutas de civilización.
El espíritu religioso y caballeresco de esta época dio origen a varias instituciones y costumbres públicas, entre las que se encuentran las representaciones dramáticas, que se verificaban en el vestíbulo de los templos para solemnizar algún misterio de la religión, dando origen a nuestro teatro, los famosos juicios de Dios, las justas o torneos y los pasos de armas, como el celebrado por Suero de Quiñones en tiempos de Juan II de Castilla.
La galantería española se hizo proverbial y pasó a las épocas siguientes con carácter de verdadero culto. De hecho todavía en tiempos de la casa Austria se vieron por las calles de Madrid amantes que se flagelaban en honor de sus damas, como Don Quijote en Sierra Morena.
Entre estos enamorados disciplinantes que se ofrecieron en espectáculo público figuraban el marqués de Villahermosa y el duque de Béjar, quienes desfilaron en larga procesión de amigos y servidores con cirios encendidos por las calles de la corte fustigándose por su propia mano las espaldas desnudas. Este mismo espíritu inspiró también poéticas leyendas y piadosas tradiciones, motivadas principalmente por el hallazgo de las imágenes escondidas al tiempo de la invasión musulmana.  El deseo de visitar santuarios erigidos para el culto de estas milagrosas efigies o los que guardaban las cenizas de algún santo, produjo las romerías o peregrinaciones, que aún conserva el acerbo popular español entre sus tradiciones más arraigadas.

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