La clase social más elevada fue, obviamente, la nobleza. Los nobles tenían como única profesión la de las armas, y a las tierras heredadas de sus mayores, dadas en beneficio por lo primeros reyes cristianos como recompensa a sus servicios, añadieron otras muchas con los repartimientos o encomiendas hechos en las épocas de las grandes conquistas y las mercedes recibidas de los monarcas.
Las tierras, villas, aldeas, castillos propiedad de los nobles constituyeron lo que se dio en llamar "señoríos". el noble señor de estos señoríos administraba justicia y cobraba los tributos de sus habitantes o vasallos, los cuales, además, venían obligados a tomar las armas formando parte de las tropas de sus señor.
Se componía el ejército de las mesnadas o tropas regulares, sostenidas por los reyes, por los señores de "pendón y caldera" y por algunos obispos y abades. También había milicias ciudadanas organizadas por los concejos.
En tiempo de guerra era universal y obligatorio el servicio militar, que entonces se llamaba "Fonsado"; y sólo se dispensaba en casos especiales mediante un tributo o redención en metálico, que se denominaba "fonsadera".
Los soberanos recompensaban a sus tropas con el reparto de las tierras conquistadas a los moros, lo cual era un gran aliciente para el soldado, que siendo pobre en su casa, se convertía en propietario rico al repoblarse las ciudades arrancadas a la morisma.
Entre los ingenios o máquinas de guerra figuraban el "cangrejo", que era una modificación del ariete romano, y la "sambuca", que consistía en una torre para escalar los muros.
El traje de los guerreros fue al principio la cota de malla, que era un tejido de acero, sustituido luego por la "armadura. Las primeras piezas de que se componía la armadura eran: el yelmo o casco, que cubría toda la cabeza, estando provisto de una visera movible y un penacho de plumas; la gorguera, que protegía el cuello; el peto y espaldar, que con las hombreras y sobaqueras, defendían respectivamente pecho y espalda. También figuraban los guanteletes, codales, quijotes y canilleras, que, como indican sus nombres, resguardaban diferentes partes de brazos y piernas.
Sobre estos férreos y pesadísimos trajes, ricamente trabajados, solían llevar los caballeros las armas de sus casas, esculpiéndolas asimismo en los paramentos y arneses de los caballos, que eran igualmente lujosos. Para la defensa del suelo se construían fortalezas denominadas castillos, cuya parte principal era la torre del homenaje.
Lamarina de guerra comenzó a organizarse en el litoral de Galicia por el arzobispo Gelmírez, pero no parece definitivamente formada hasta el reinado de San Fernando, siendo su primer almirante don Ramón Bonifaz.
En realidad, no hubo verdadera marina hasta que en las Atarazanas de Sevilla se comenzó a construir buques de guerra. Los de aquel tiempo se llamaban galeras o navíos, que llevaban vela y remo; naos y carracas, de vela y con uno o dos palos; y otros menores.
El jefe de la escuadra era el almirante; los capitanes de barco, cómitres; y los pilotos, naocheros.
Digamos por último que lo señores castellanos no tuvieron tantos derechos como los feudales de otros países europeos, pues no podían acuñar moneda y sus decretos debía atenerse a las leyes generales del país.
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