La Monarquía, la Iglesia, la Nobleza y el Pueblo son los principales elementos constitutivos de la nacionalidad española, que sobre las bases de las tradiciones góticas comenzaron a formarse en los primeros momentos de la Reconquista.
La Monarquía, primera y más fundamental de dichas instituciones y que viene a simbolizar la propia idea de patria, se fundó en Asturias antes de que hubiera ninguna ley o pacto que limitara la autoridad real.
Por esta razón, tanto en la monarquía asturiana como en sus derivadas, el monarca ejercía todos los poderes; legislando, haciendo cumplir las leyes y administrando justicia.
La ley de las Partidas dice: "cuatro cosas hay que pertenecen al rey por razón de su señorío natural: justicia, moneda, fonsadera (guerra) e sus yantares (contribuciones)".
También fue absoluto al principio el poder de los reyes en los Estados de la Reconquista pirenaica; pero después se alzó frente al trono, en Aragón, a institución del Justicia, para velar por el cumplimiento de las leyes.
El régimen monárquico presenta en Navarra una fisonomía parecida a la de Aragón, contándose entre sus célebres fueros el llamado "Sobrecarta", que consistía en el derecho de suspender el cumplimiento de una ley, si era perjudicial para el reino, suplicando al rey que se dignificara modificarla.
Cataluña recibió al principio una organización feudal, habiendo allí clases que, como los Payeses de Remensa, vivían en completa servidumbre. Pero luego que se unió al reino de Aragón, tomó de él sus libres instituciones y tuvo jurados populares en sus gloriosos Consellers.
Recuérdese que los Consellers tenían facultades para legislar e imponer penas, incluso la de muerte, hasta doce leguas tierra dentro, y eran señores de diversas villas, castillos y lugares
En la monarquía asturiana los reyes subían al trono por elección. Pero, poco a poco, los reyes de Asturia, y luego sus continuadores los de León, fueron consiguiendo que la monarquía se convirtiera en hereditaria. Para ello asociaban al trono a aquel de sus descendientes que deseasen que heredase la corona. Del carácter patrimonial que iba tomando el reino es buena prueba el reparto que hizo de sus Estados, entre sus hijos, el rey Alfonso III (866-909).
A principios del siglo XI el reino de León era ya una monarquía hereditaria y la sucesión de la corona recaía de una manera regular en los hijos o parientes más próximos al rey anterior. También, como en Asturias, la monarquía navarra se convirtió en hereditaria en los comienzos del siglo XI con Sancho III el Mayor (1000-1035), que con el famoso reparto de sus Estados dio nacimiento a dos nuevos reinos: Aragón y Castilla.
Cataluña, que, como sabemos, fue en un principio una provincia fronteriza o "marca" del Imperio de los francos, llamada "Marca Hispánica", al lograr su independencia se convirtió ya en un condado hereditario.
La población de los Estados cristianos en los primeros siglos de la Reconquista era poco numerosa y los habitantes de los mismos vivían diseminados en aldeas cercanas los territorios fértiles y a los castillos del rey o de los señores propietarios de los mismos, donde se refugiaban en caso de peligro.
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