10 jun 2013

DESARROLLO CULTURAL Y ECONÓMICO EN CASTILLA Y LOS REINOS DE LA CORONA DE ARAGÓN

De los tres países que formaron la monarquía aragonesa, Cataluña comenzó a sobresalir a fines de la Edad Media por su industria y su comercio, Valencia por su agricultura y siendo el país aragonés propiamente dicho el menos potente de los tres en el orden económico.
Sin embargo, consta que hubo industrias de paños en algunas ciudades de Aragón (Albarracín y Zaragoza entre otras), aunque donde esta industria alcanzó un gran desarrollo y prosperidad, junto con otras varias, fue en Barcelona, Lérida y el Ampurdán.
Valencia, por su parte, tuvo florecientes industrias de origen árabe: papel, cerámica, cueros y sedas.  Pero, sobre todo, el comercio marítimo catalán, según ya se dijo, alcanzó gran prosperidad.  Los catalanes mantuvieron relaciones comerciales con Flandes y los países del mar del Norte, y, especialmente con los del Mediterráneo.
Con el desarrollo de las ferias y mercados, en las ciudades catalanas comenzaron a funcionar, como en Castilla, las "taulas de canvi", remoto origen de los establecimientos bancarios.
También Valencia y Mallorca tuvieron un gran desarrollo comercial.  Sus monumentales lonjas son los mejores testimonios de su prosperidad económica.  El gran desarrollo que alcanzó la marina catalana en estos tiempos tuvo como consecuencia un florecimiento en los estudios de matemáticas y astronomía, en sus aplicaciones a la navegación y la cartografía, que eran las ciencias más cultivadas entonces por catalanes y mallorquines.
Durante el siglo XII aparecieron las primeras cartas marítimas, llamadas portulanos, porque iban marcando los puertos a lo largo del Mediterráneo con asombrosa exactitud.  Conociendo la brújula y sabiendo estimar la velocidad, los navegantes se servían de dichas cartas a la perfección.  Justo es reconocer, no obstante, que las cartas y mapas mejoraron después de un modo notable durante los siglos XIV y XV.  En cartografía probablemente fueron los catalanes y mallorquines los maestros de los cartógrafos italianos, en contra de lo que se ha afirmado tantas veces.
Efectivamente, los más antiguos cartógrafos de nombre conocido fueron Ángel Dulcert (que algunos llaman Angelino Dulceri), en el siglo XIV, y en el siguiente el judío converso Jaime de Mallorca, a quien se llevó a Portugal el famoso monarca Enrique el Navegante.  Se cree que el nombre hebreo de dicho judío fue Jehuda Cresques, y el converso, Jaime Ribes. No se ha podido probar aún su identidad con el cartógrafo mallorquín (que los portugueses llaman Jaime de Mallorca) que atrajo a su escuela de Sagres el gran impulsor de los descubrimientos portugueses.
El clero fue el depositario de la cultura intelectual de esta época, y los templos sirvieron también de escuelas hasta que se fundaron las Universidades, cuya organización era completamente autónoma, igualando bien pronto en privilegios y consideraciones a la nobleza y al clero, como sucedía con la de Salamanca.
La universidades eran de dos clases: las Mayores o Pontificias, llamadas también "Estudios Generales", fundadas por los reyes y autorizadas por el Papa, cuyos títulos eran válidos para toda la cristiandad.  Y las Menores o de Estudios Particulares, que debían su origen a los prelados o a los Consejos, y cuyos títulos sólo tenían validez en el país donde radicaban tales establecimientos.
Sus enseñanzas comprendían el "Trivium" y el "Cuadrivium", osea las siete Artes llamadas "Liberales", y las Facultades de Teología, Jurisprudencia y Medicina.  La importancia de estos centros docentes fue muy grande, pues dieron origen a una nueva clase social que igualó bien pronto en consideración a la nobleza y al clero.  La Universidad más famosa de España es la de Salamanca, fundada en 1215 por el rey de León Alfonso IX. .
Será en el siglo XVII cuando ocurra el desarrollo literario de la lengua catalana, cuya poesía lírica de influencia provenzal tuvo por cultivar al mismo rey Alfonso II de Aragón., con la introducción en Cataluña de las escuelas o consistorios del Gay Saber o ciencia del verso, y de los Juegos Florales, o certámenes poéticos.
La filosofía que durante este período dominó en las Universidades, como en todas las del orbe cristiano fue el Escolasticismo tomista.  Y el genio más portentoso que produjo fue el filósofo, místico y poeta mallorquín Raimundo Lulio (1232-1315), que comparte con Santo Tomás de Aquino la gloria de haber salvado a la ciencia católica de las doctrinas panteístas desarrolladas por Averroes, el gran pensador musulmán.
Al lado del profundo filósofo balear Ramón Lull, que llegó a formar escuela, denominada "Lulismo", y escribió obras como Ars Magna y Arbor Scientiae, figuran San Eulogio, Juan Hispalense, Álvaro y otros muchos escritores mozárabes que se enfrentaron con su pluma a los ulemas de Al-Ándalus.

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