12 may 2013

NACIMIENTO DEL REINO DE NAVARRA

Aunque está fuera de duda que los árabes llegasen a dominar todos los pasos de los montes Pirineos, en los altos valles situados entre aquellas montañas se refugiaron, como en Asturias, en los primeros tiempos de la invasión musulmana, diversos grupos cristianos, que fueron el origen de varios Estados independientes, entre los cuales alcanzaron mayor importancia Navarra, Aragón, Cataluña y el País Vasco.
La historia de estos pueblos en los primeros siglos de la Reconquista no es bien conocida, y este vacío ha sido llenado por leyendas, algunas de ellas muy populares y tenidas como ciertas hasta tiempos recientes.  Por lo que se refier al origen de los reinos de Navarra y Aragón, parece como si una nebulosa lo envolviera. La tradición refiere que, reunidos varios guerreros aragoneses y navarros en el territorio de Sobrarbe, con ocasión de enterrar a un santo ermitaño llamado Juan, que habitaba en una gruta, denominada hoy San Juan de la Peña, se comprometieron a luchar contra los invasores árabes.
Y para organizar esta lucha eligieron por caudillo a Garci Jiménez, a quien hicieron jurar el fuero de Sobrarbe.
San Juan de la Peña recibió este nombre porque el ermitaño se llamaba Juan de Atarés. La gruta se convirtió pronto en un suntuoso monasterio y liego en panteón de los monarcas aragoneses. Comenzó a labrarle Garci Jiménez, que allí fue alzado sobre el pavés, y Pedro I terminó la iglesia. Carlos III hizo restaurar el monumento.
Se dice que por aquel entonces las montañas de Jaca y Navarra eran una misma nación: no había aragoneses y navarros. Todos eran vascones, y los moros les daban el dictado de "cristianos de los montes de Afranc".
Por tanto, poco importa que el nacimiento de esta monarquía navarro-aragonesa tuviera lugar en una gruta del monte Uruel o en el valle de Borunda.  El primer rey de esta monarquía fue Íñigo Arista o Aritza, y la ocupación de Pamplona fue la primera piedra del edificio monárquico de Navarra.  Todo lo demás que narra la leyenda, y la historia ha solido repetir con poca crítica, no tiene otro valor que el de fábulas más o menos poéticas.
A Íñigo Arista le sucedieron otros reyes de dudosos nombres, insegura cronología y escasa importancia, entre los que cabe citar a García Íñiguez (?-882), Fortún Garcés (882-905), Sancho Garcés I (905-925) y García Sánchez (925-970).
Después de todos éstos aparece Sancho II Abarca (970-994) titulándose ya rey de Navarra y dando a este país considerable extensión.

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