Mientras don Jaime proseguía con su obra de la Reconquista, se le presentó de pronto una ocasión propicia para anexionar de nuevo al reino de Aragón el de Navarra, pues su rey Sancho VII el Fuerte había muerto sin sucesión y le había instituido heredero.
Pero don Jaime I respetó la voluntad de los navarros, que eran contrarios a la unión, y no mostró menor grandeza de ánimo y desinterés ayudando a Fernando III de Castilla a conquistar el reino de Murcia sin tomar parte alguna de él.
También emprendió una cruzada o expedición a Tierra Santa, aunque las contrariedades del viaje le obligaron a retroceder, y con energía hizo feudatario de Aragón al reino moro de Túnez. LA inteligencia, serenidad y carácter de que diera muestras cuando niño presiden todo el reinado de Jaime I, que además de gran conquistador fue el organizador de sus estados. Escribió o mandó escribir la Crónica de su propio reinado, compuso trovas e hizo una compilación legislativa. La famosa colección de fueros aragoneses, denominada "Consuetudes de Aragón", fue hecha por el célebre jurisconsulto Vidal de Canellas, San Raimundo de Peñafort, confesor del rey y catedrático de la Universidad de Bolonia, autor de la primera "Summa" de moral y compilador de la colección de "Decretales" o constituciones pontificias. El famoso mallorquín Raimundo Lulio, uno de los grandes genios de la Escolástica; y san Pedro Nolasco, que habí asido ayo de don Jaime, y que fundó el 10 de agosto de 1218, a presencia de aquél, en la catedral de Barcelona, la Orden de la Merced o Misericordia, con el humanitario objeto de redimir cautivos del poder de los infieles.
Y no obstante la exaltación de su espíritu religioso, don Jaime I rechazó exigencias que en el orden político le hizo el Papa.
En efecto, habiendo asistido al Concilio de León, celebrado bajo la presidencia de Gregorio X, para solicitar de este Papa que le ciñese la corona, rechazó enérgicamente la condición, que para ello le impuso, de declararse, como lo había hecho su padre, feudatario de la Santa Sede.
Luego se compuso en su honor un himno nacional titulado "Marcha de don Jaime I el Conquistador", que puede considerarse como la marcha real de Aragón. Por todo cuanto anteceder le juzga a don Jaime la Historia como uno de los grandes príncipes del orbe cristiano.
Don Jaime estuvo casado con una hija de Andrés, rey de Hungría, llamada Violante, nombre que por primera vez sonó en España, y que de Aragón pasó a Castilla con una hija de dicha dama que casó con Alfonso X el Sabio.
Según Desclot, don Jaime I era de estatura considerable, gallardo, ojos azules y rubia y abundante cabellera. Su vencedora espada se conserva en la Armería Real de Madrid. Sus cenizas, guardadas hasta 1856 en el monasterio de Poblet, "el Escorial de Cataluña", fueron trasladadas en dicha fecha a la catedral de Tarragona. Y se cuenta que, al ser incendiado y casi destruido en 1835 por las turbas el monasterio de Poblet, fueron sacados los esqueletos de los reyes allí inhumados, para despojarlos de sus joyas. Y parece ser que con el de don Jaime se cometió una profanación mayor, pues se le colocó de pie a la puerta del templo y con una escopeta al brazo, mientras uno de aquellos forajidos decía riendo:
-Para que alguna vez un rey haga de centinela.
Don Jaime I fue, sin duda, un gran rey, pero cometió, sin embargo, una grave falta: la de desmembrar la gran monarquía por él fundada, constituyendo con las Baleares y territorios ultrapirenaicos el reino de Mallorca para su hijo Jaime. El rey Conquistador murió en 1276, después de un largo y fecundo reinado. El reino de Aragón se lo dejó a su primogénito Pedro, llamado "el Grande".
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