4 feb 2013

LA ARQUITECTURA DEL MONTE NARANCO (II)

¿Cuál fue el programa edilicio que Ramiro II se propuso llevar a cabo en el monte Naranco?  Analicemos en primer lugar la información que nos aportan los textos de la época, los cuales, unidos a mínimas observaciones arqueológicas y a los edificios propiamente dichos, nos permitirán dar una respuesta a la cuestión planteada.
Las primeras y más entusiastas descripciones de los edificios áulicos nos las brindan los textos cronísticos de Alfonso III, muy próximos en el tiempo a la construcción de los edificios.  Así, el autor de la Albeldense (hacia el 883) refiere cómo:

"En el lugar de Liño construyó una iglesia y palacios, con admirable obra de bóveda.  Y allí abandonó esta vida..."

Por su parte, el autor de la versión Rotense de la crónica de Algonso III (hacia 885), se pronunciaba del siguiente modo:

"Edificó muchos edificios de piedra y mármol, sin vigas, con obra de abovedado, en la falda del monte Naranco, a sólo dos millas de Oviedo."

Por último, el autor de la crónica de A. Sebastián (885), se pronunciaba del siguiente modo:

"Entretanto el dicho rey fundó una iglesia en memoria de Santa María, en la falda del monte Naranco, distante de Oviedo dos millas, de admirable belleza y hermosura perfecta y, para no referirme a otras de sus hermosuras, tiene bóveda apoyada en varios arcos y está construida solamente en cal y piedra; si alguien quisiera ver un edificio similar a éste, no lo hallará en España.  Además edificó no lejos de la dicha iglesia palacios y baños hermosos."

Poco más de dos siglos después, la Historia Silense (1115) puntualizará las descripciones que las crónicas alfonsinas no hacen de las construcciones del Naranco, precisando incluso la distancia existente -sesenta pasos- entre el palacio regio y la iglesia de San Miguel.
Hasta aquí la escueta información que nos suministran las crónicas.  Ante la lectura de las mismas, la primera pregunta que podríamos hacernos es ¿por qué construyó Ramiro en el cercano monte del Naranco?, ¿qué fines perseguía al levantar un conjunto palatino en las proximidades de Oviedo?  Ciertamente, de análisis detallado de los textos contemporáneos no obtenemos ninguna información válida al respecto, ya que éstos silencian completamente las intenciones constructivas del monarca, así como la funcionalidad de los edificios y optan por ensalzar los aspectos formales de los mismos.
El proyecto, sin embargo, pese a la escasez de lo conservado, debió tener cierta envergadura.  El hecho de que las crónicas aludan a una iglesia, palacios e incluso baños, nos confirma la existencia  de un programa arquitectónico complejo.  ¿Podría compararse su comportamiento como un deseo de emular a los estadistas altomedievales y en especial a su antecesor Alfonso II? No olvidemos al respecto que este monarca tenía la idea de legitimar sus ideas sobre el reino mediante la materialización de las mismas a través de un programa edilicio que diera cabida a las más variadas manifestaciones arquitectónicas.  Para ello no dudó en fundar en Oviedo su nueva capitalidad, donde trasladó la Corte y donde, según dejan de manifiesto las crónicas, realizó un importantísimo programa edilicio a base de basílicas, palacios, baños, comedores, cuarteles, etc...
Su deseo, al realizar tan ambicioso proyecto, era, en última instancia, equipararse a la monarquía visigoda y en especial a su más significativo representante, Leovigildo, con el que quería enraizarse en su intento de legitimar la monarquía ovetense.  Sabemos en efecto que este monarca, en un afán de mantener empeños urbanísticos tardoantiguos, fundó la capital de Recópolis, aunque siguió gobernando desde Toledo, antigua capital del reino visigodo.  Esta práctica, por otro lado, no es privativa del mundo cristiano, sino que tiene igual valor simbólico en la cultura hispano-musulmana.  Baste recordar, sin ir más lejos, la erección de la ciudad de Medinat al-Zahra por Abderramán III y su hijo y sucesor Al-Hakam II, e incluso con connotaciones especiales debido a su personalidad, la fundación por Almanzor de Medinat al-Zahira.
No parece, sin embargo, que las pretensiones de Ramiro I llegasen tan lejos como las de su predecesor. En ningún momento se desprende de las crónicas que fuera su intención trasladar la corte desde Oviedo al Naranco.  Aquélla continuó siendo la sede regia a lo largo de todo su reinado, el centro de poder de la monarquía asturiana.  Incluso resulta significativo el hecho de que, habiendo fallecido el monarca en el Naranco, mandara trasladar sus restos a Oviedo.  Todo parece indicar pues que los móviles de Ramiro al construir los edificios del Naranco, responden más a unos fines lúdicos que políticos.  Es decir, su intención fue fundar una villa de recreo donde pasar largas temporadas sin ausentarse demasiado de la corte.  La elección del monte Naranco podría estar condicionada por el hecho de que en el lugar existió una ocupación desde época romana (cilla de Liño o Lillo), y por el hecho, igualmente demostrado por un ara de consagración procedente de la iglesia de San Miguel de Lillo, que con anterioridad a esta iglesia existió una construcción previa de difícil identificación.  Todo ello cuantificaba de modo especial un espacio que ya arrastraba connotaciones especiales desde tiempos pretéritos.

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