Fraccionada la Península en muchos pueblos independientes, no parece que éstos se sintieran solidarios en sus empresas ni aun los más afines, viendo con indiferencia muchos veces unos la suerte de los otros en las guerras de cartagineses y romanos. En todas partes se manifestaba un pujante cantonalismo, tanto entre los jefes de las ricas poblaciones ibéricas del litoral, como entre los príncipes célticos y celtíberos del interior. Sólo en ocasiones de grave peligro común se unieron varias tribus contra los gobernadores o conquistadores tiránicos. Pero nunca se alzaron frente a ellos en confederaciones como la de la Galia de Vercingetórix.
Los pueblos del Sur y de Levante solían tener reyezuelos permanentes. Los celtíberos de las mesetas, en cambio, sólo obedecían a un caudillo en épocas de guerra. Debieron formar estados independientes hasta los municipios más pequeños. Y al paso que en el Mediodía y en Levante eran más nombradas las tribus que las ciudades, en el centro, por el contrario, eran más señaladas las ciudades que las tribus.
En la Edad del Hierro no tenían estos pueblos la misma cultura. Los del litoral mediterráneo y los del Mediodía la lograron mayor que los del centro, que se hallaban en notable atraso. Estos pueblos practicaban el pastoreo y la agricultura, siendo la caza uno de sus principales recursos de vida. Vivían en castros o pequeñas ciudadelas fortificadas y ubicadas en sitios escarpados. Las mujeres vestían trajes vistosos, pero los hombres solían llevar "sagún", especie de capa negra, túnica de lino, gorra de piel y polainas de lana.
Se sabe que los vacceos (Palencia, Tierra de Campos) tenían un comunismo agrario, repartiéndose las tierras del municipio cada año para su cultivo y se distribuían los frutos entre los ciudadanos. Hasta hoy no han podido descifrarse las inscripciones de su lengua que permanece desconocida. Entre sus industrias sobresalieron la alfarería y la del hierro, principalmente la fabricación de armas. Se cree que entre ellos existía la monogamia y que la mujer tomaba parte con el hombre en las faenas agrícolas. Había esclavos y hombres libres, y clases entre éstos.
La guerra era una ocupación claramente profesional entre estos pueblos. Los cartagineses reclutaron entre ellos a sus mejores mercenarios y ya en aquellos tiempos, igual que después, fueron terribles las luchas y la fama de los guerrilleros hispanos.
Los íberos rendían culto a divinidades locales. Solemnizaban el plenilunio y adoraban también a los astros, a las montañas y a los bosques. Los sacrificios humanos se practicaban en algunas tribus. Endovélico fue el más famoso de sus dioses, de quien se supone que fuera un numen tutelar de las montañas y después una divinidad médica. Su culto persistió bajo la dominación romana y entre gentes latinas. Se conservan exvotos que se le ofrecían y fragmentos de un "carmen" en que se le invocaba. Todavía más difundido parece que estuvo el culto de Ataecina (la Perséfone ibérica). Otro de sus dioses parecido a Marte, debió de ser Netón.
Mucho se ha discutido el origen del arte de los íberos. Mientras unos lo suponen de importación extranjera, creen otros, por el contrario, que la creación indígena irradió a otros pueblos. Prueba de ello es que las mismas construcciones ciclópeas halladas en las costas mediterráneas, son más abundantes en España que en otros países. En cambio debieron inspirarse en formas orientales las artes ibéricas del Sudeste. Ya se dijo que pertenecían a este pueblos las murallas megalíticas de Tarragona, Sagunto y otras construcciones semejantes. Algunas ruinas de las descubiertas en Numancia parecen ser de igual cultura.
La cerámica de los íberos es verdaderamente notable. Otros productos del arte industrial ibérico son de orfebrería, como las armas halladas en Almedinilla o como la diadema deJávea.
Son esculturas votivas ibéricas las del Cerro de los Santos (Montealegre, Albacete), esfinges como la Bicha de Balazote, el León de Bocairente y los toscos y raros verracos a los cuales pertenecen los archiconocidos Toros de Guisando.
Pero la escultura ibérica tiene sus dos máximos exponentes en los muy hermosos bustos de La Dama de Elche y la Dama de Baza.
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